Un nombre y la "Guerra Sucia"
Al tiempo, otra historia transcurría. El periodo conocido como “Guerra Sucia” se padecía en México. En 1972, el maestro rural Genaro Vázquez, líder del sindical del magisterio, murió en Guerrero en un accidente automovilístico, según la versión oficial. Dos años después, el maestro Lucio Cabañas fue acribillado en un enfrentamiento con tropas militares de las llamadas “Fuerzas de Tarea” en la selva cafetalera El Otatal.
Los desaparecidos se le acumulaban al gobierno. Unas 500 personas se perdieron durante los seis años de gobierno de Echeverría. Las madres empezaron a buscarlos. Algunas continúan.
El 10 de junio de 1971, un comando paramilitar atacó otra manifestación en la avenida San Cosme de la Ciudad de México. Tampoco hay cifras oficiales del número de muertos, pero los investigadores coinciden en por lo menos 30, entre ellos, un adolescente de 14 años.
El libro “10 de junio no se olvida”, editado por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) del investigador y exmiembro del Movimiento de Izquierda Revolucionaria Estudiantil (MIRE), Enrique Condés Lara, indica que Luis Echeverría, entonces presidente de la República, estuvo informado desde un día antes de la incursión de los llamados “halcones” y que el día de la acción, recibió informes cada 10 minutos.
"Yo no soy primera dama"
Una efigie de María Esther Zuno Arce se encuentra en la habitación de la casa de San Jerónimo donde Luis Echeverría Álvarez habitó hasta sus últimos días, según contó el abogado Juan Velázques en una entrevista con Excélsior.
La hija de Carmen Arce y José Guadalupe Zuno –gobernador de Jalisco de 1923 a 1926– conoció a “Echeverría”, como lo llamó siempre, en la casa de Diego Rivera y Frida Kahlo, en Coyoacán, durante una comida. En ese momento, el expresidente era novio de Lupe Rivera Marín, hija del muralista.
En el capítulo Los Días del Amor, del libro “Yo no soy primera dama” de Rosa María Valles Ruiz, se toma la voz de ella en una entrevista con el periodista Juan Fernando Dagdug. “Pero un día, nos volvimos a encontrar en la esquina del hotel Reforma; él iba a ver a Juan Soriano y yo estaba tomando mi camión para irme a mi casa de las Lomas. Entonces las Lomas era una colonia para empleados, para maestros y para ferrocarrileros, y mi padre era el apoderado legal de los Ferrocarriles Nacionales de México; por eso vivíamos allí. Y entonces me dijo, ‘qué gusto de verte, ¿cuándo puedor ir a tu casa? Le dije: cuando quieras, estoy el viernes a las cinco. Y el viernes a las cinco llegó con un libro de Paul Gauguin y unas pulgas vestidas”, contó María Esther Zuno Arce.
Ella tenía veinte años y Echeverría, 22. Un día, le pidió ser su novia. Él, según el mismo libro de Valles Ruiz, le explicaba los movimientos sociales. Y ella, quien era porrista de futbol americano, pensaba: “No, con Luis no la voy a hacer porque él no sabe echar ni una porra”.
María Esther se animó a decirle que si de verdad la quería que se casara con ella. “Echeverría” le dijo que en octubre, cuando estuviera recibido de la UNAM, pero ella le dijo que al día siguiente. Se casaron el 2 de enero de 1945. Tuvieron ocho hijos: Luis Vicente (EPD), María del Carmen, Álvaro (EPD), Rodolfo (EPD), María Esther, Pablo, Benito y Adolfo.
Cuando en 1976, Luis Echeverría fue investido con la banda presidencial, María Esther Zuno se negó a que le llamaran “primera dama”. Entonces, se le conoció como “compañera”, lo que rompió con el formalismo de la época. Se vestía solo con ropa artesanal mexicana.
En ese tiempo, las esposas de los presidentes tomaban una causa social para trabajar. La de Echeverría se hizo cargo del programa de escuela para padres, el de parteras empíricas (una parte heredada de Eva Sámano, esposa de Adolfo López Mateos), el programa de huertas familiares y el de la hidroponia para auconsumo.
Tomó las riendas del Instituto de Protección a la Infancia (INPI, creado en 1961, con Adolfo López Mateos, hoy DIF) e impulsó un programa para atender niños con enfermedades diversas y otro para distribuir desayunos. Recorrió el país. Visitó las comunidades indígenas. Sola y al lado del entonces presidente.
Fuera de la residencia oficial de Los Pinos, la familia Echeverría-Zuno enfrentó sus propias tragedias internas. En 1983, su hijo Rodolfo fue encontrado ahogado en una alberca. 37 años después, el 19 de mayo de 2020, Álvaro –otro de sus vástagos– fue hallado sin vida en una casa de Cuernavaca. La fiscalía de Morelos supuso suicidio.
Sobre la estirpe rondaba el caso de Rubén –hermano de Esther Zuno Arce– quien fue implicado en el caso de Enrique Camarena Salazar, agente de la DEA, secuestrado y torturado en una de sus casas. Fue detenido en 1989 por autoridades de Estados Unidos. Falleció en 2012 en una prisión de Florida. Tenía 82 años y cumplía una cadena perpetua.
Un adiós sin rendición de cuentas
Luis Echeverría Álvarez no fue llamado a cuentas. Nunca. En cambio, el Estado mexicano se encargó de su manutención y seguridad durante 31 años. De 1987 a 2018, se le pagó del erario una pensión mensual de casi 200,00 pesos, pero además, los salarios de algunos de los trabajadores que tuvo cuando fue presidente y habitó la residencia de Los Pinos.
Así estaba estipulado en un decreto firmado por Miguel de la Madrid, presidente de México de 1982 a 1988. Más de 161 millones de pesos le fueron dados a Luis Echeverría Álvarez, según un cálculo de Expansión Política a través de solicitudes de información sobre la prerrogativa.
En 2018, con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia, ese beneficio fue erradicado. Así concluyó la relación del Estado mexicano con Luis Echeverría Álvarez quien se fue con un siglo cumplido.