La situación es más grave si se toma en cuenta que la carencia de acceso a servicios de salud está relacionada directamente con las condiciones de pobreza y las zonas de mayor rezago.
De acuerdo con el informe de ACFP, el 98% de las personas en pobreza extrema carece de acceso a la seguridad social, y el 57% no tiene servicios de salud.
Pero la norma legal vigente presupone que los servicios de salud se pueden distinguir entre dos conjuntos de población: quienes tienen seguridad social (IMSS, ISSSTE, Pemex, CFE, etcétera) y quienes no tienen, conocidos como "población abierta".
"Los conjuntos de población 'con' y 'sin' seguridad social no están separados y no son separables territorial o socialmente, la distinción es administrativa y normativa. Se tiene que romper con la distinción entre quienes tienen seguro social y quienes no", dice Gómez Hermosillo.
¿Por qué importa la cobertura universal?
Una persona que accede a un servicio de salud privado paga el doble de lo que supondría la seguridad social, por lo que este gasto representa una carga importante en los hogares más desfavorecidos.
Además, el gasto por servicios de salud privados también aumentó durante la pandemia, al pasar de 980 pesos en 2018 a 1,266 pesos en 2020. Y alrededor de 45.2 millones de hogares mexicanos hicieron este gasto en 2020, frente a 18.5 millones en los dos años previos, según una encuesta del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
"La carencia de servicios de salud pública afecta la economía y la salud de las personas y de la comunidad porque no hay atención ni infraestructura, entonces si no tiene seguro social tienes que ver cómo lo pagas y a dónde te trasladas para acceder al servicio", resalta Rogelio Gómez.
El especialista agrega que esta situación da pie a los abusos de los servicios privados que, de hecho, aumentaron en 2020 sus costos por la demanda y por la insatisfacción de personas con afiliación a servicios públicos de salud.