El informe considera que los confinamientos prolongados en América Latina y el Caribe tuvieron consecuencias dispares en materia de delincuencia, y aunque existen muy pocos datos comparativos en cuanto a la seguridad personal, a nivel mundial ha habido una gran preocupación por el riesgo de que se haya detonado la violencia doméstica.
Las condiciones del encierro modificaron los patrones delictivos. Por ejemplo, en el caso de México, durante el primer semestre de 2020, el 22% de los hogares fue objeto de robo, allanamiento o hurto; lo que contrasta con el 35% de 2019, al tiempo que los delitos cometidos fuera de viviendas privadas se redujeron del 17% al 9%. Sin embargo, el número de homicidios experimentó un escaso cambio.
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En cuanto al bienestar subjetivo de las personas y sus relaciones sociales, entre 2019 y 2020, la satisfacción con la vida se redujo un 7%, lo que borró por completo los avances en este indicador logrados en dichos países entre 2006 y 2008.
Los efectos, sin medición posible
La OCDE señala que la pandemia ha agravado las brechas de oportunidades existentes y provocado nuevas vulnerabilidades. El organismo admite que tomará algún tiempo conocer la verdadera dimensión de los efectos de la pandemia en el bienestar porque esta aún no ha concluido y la situación sanitaria ha alterado la recopilación de datos en todo el mundo. No obstante, recalca que los impactos ya empiezan a visibilizarse.
La OCDE señala que es necesario redoblar esfuerzos para mejorar el bienestar, recurriendo a planes de recuperación y al estímulo fiscal como herramientas para hacer frente a las vulnerabilidades previamente existentes y a las nuevas que han surgido.