Por su parte, Enrique Mendoza comparte que el 17 de febrero, día en que llegaron a España todo estaba “muy normal”, pero en cuestión de kilómetros y tiempo, todo cambió. En el aeropuerto de Bolonia sí les tomaron la temperatura, lo cual no sucedió en otros aeropuertos. Cuando arribaron a Italia se enteraron de las cancelaciones, entre ellas actividades en escuelas, visitas a museos, funciones de teatros y cines, así como el famoso Carnaval de Venecia.
“Fue ahí cuando nos entró, no pánico, pero sí miedo”, reconoce Enrique.
El matrimonio Mendoza López decidió ya no visitar Nápoles para evitar el riesgo de quedarse varados y regresar a México. Las vacaciones habían concluido, pero aún estaba por comenzar la verdadera batalla contra el fantasma del coronavirus.
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El 1 de marzo, el matrimonio aterrizó en México, sin ningún síntoma de COVID-19; sin embargo, en sus respectivos empleos les recomendaron a todos aquellos que habían realizado algún viaje a países como Japón, Italia, España, permanecer en casa 14 días, e incluso acudir al médico para una valoración.
Ambos acudieron a la clínica 35 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), en donde casi de inmediato se prendieron las alertas.
“Nos tomaron todos nuestros datos, el itinerario, el número de vuelo, nos tomaron la temperatura, nos revisaron la garganta, la nariz, y nos preguntó si tuvimos contacto con personas asiáticas, y si teníamos algún síntoma”, relata Fabiola.