Para el especialista, la simulación proviene tanto de los equipos de campaña de los aspirantes, como del propio marco legal y las autoridades electorales.
“Nuestro orden electoral, lo que tiene es simulación y, por lo tanto, creo que ante esta regulación tan restringida más bien la tendríamos que abrir ya que simplemente nos damos un baño de legalidad, pero en la realidad ocurren otras cosas como los miles de espectaculares, las bardas, los programas de televisión, de radio, el uso de revistas o simplemente publicar libros y hacer giras para presentarlos.
“Tenemos que encontrar un punto medio para limitar estas conductas y evitar los incentivos”, señala Aljovín.
Por su parte Giselle Perezblas, estratega política, ve la carrera presidencial adelantada desde Palacio Nacional al nombrar a las ‘corcholatas’ presidenciales como el origen de las campañas adelantadas que abarcan también a aspirantes a una alcaldía o la jefatura de Gobierno.
“Si la presidencial marca el ritmo de adelantarse, los estados también entran en una lógica que obliga a adelantar en los procesos electorales. Eso no solo genera tensión dentro de las estructuras políticas sino además hace que los gobiernos y los funcionarios, aquellos que en este momento tendrían que estar ejerciendo sus responsabilidades, las obvien por estar haciendo campaña”, comenta.
La especialista considera que estas precampañas van dirigidas a los propios miembros de los partidos y militancia para posicionarse en los procesos internos que definirán las candidaturas, pero tienen un costo para el votante independiente.