Comenzaron con reuniones en los andenes del Metro, pero al correrse la voz y crecer la cantidad de aficionados, las estaciones les quedaron chicas, por lo que trasladaron las reuniones para intercambiar ejemplares, consejos y conocimiento a lugares públicos.
Alfonso González, abogado que colecciona boletos desde hace siete años, llegó al grupo cuando una maestra de la carrera de derecho le comentó que vio en televisión una nota sobre personas con la misma fascinación por los boletos.
“A veces consideraba que podía ser hasta algo tonto, ¿cómo iba a guardar algo que me servía para viajar? Me llenó de alegría saber que yo no era la única persona rara que los coleccionaba y veía como algo curioso. Fue un gran salto tanto en mi vida”, afirma.
Entre sus boletos más queridos está el que conmemora los 100 años de la Universidad Nacional Autónoma de México, su alma mater, así como el de los 60 años del equipo de futbol Pumas.
Para Alfonso, su colección está formada por pequeñas estampas de la historia de la ciudad.
“Si bien yo pensaba 'esto voy, lo echo al torniquete y ya viajo, ¿por qué lo voy a guardar’, en realidad su valor va más allá de un simple viaje de cinco pesos: es un fragmento de nuestra memoria como colectividad, como ciudad”, sostiene.