Para ser de los primeros en ingresar su solicitud de refugio este jueves, algunos haitianos llegaron desde las 6 de la mañana al número 49 de la calle Versalles.
Comenzaron a formarse sobre la banqueta, y hasta las 9 de la mañana que inicia sus operaciones la Comar, la fila se extendió por cerca de 200 metros, entre pocos o nulos protocolos sanitarios.
Al abrir las cortinas del edificio, los oficiales de seguridad federal colocaron unifilas en las entradas para hacer una especie de filtro con el que solo ellos y personal de apoyo del organismo podían dar acceso a los solicitantes.
Con carpetas en mano, pluma y copias de documentos de identidad, los migrantes haitianos comenzaron a ingresar al edificio, poco después de las 9 de la mañana, en grupos de 10 personas. La mayoría acudieron acompañados con menores de edad.
Entre ellos estaba John Klenat, de 28 años, quien viajó por más de dos meses desde Haití, Honduras, Guatemala y la Ciudad de México, pero su sueño por llegar a Estados Unidos se vio truncado por la crisis que se vive en la frontera norte y por ello decidió no seguir avanzando.
En su solicitud, está la esperanza de tener un documento que lo acredite como refugiado en este país y poder comenzar a vivir el “sueño mexicano”
Durante esta travesía, John ha tenido que pasar hambre, dolor, cansancio y también rechazo.
“Nos dicen; puro negro llega acá y andan molestando a uno, qué hay demasiada gente, tratando mal, por el color creo que nos tratan así, creo sí, racismo” explicó.
Desde hace una semana llegó a la capital del país y durante estos días, dos los ha pasado en la calle, hasta que halló un pequeño cuarto en una vecindad del centro histórico, donde duerme con cinco haitianos más.
“Pido dinero en la calle, recojo basura, le ayudo a las personas a cargar cosas, así me gano un poco de dinero, hay personas que me regalan comida, refresco y así voy a vivir hasta que me den solución”, afirmó.