'Valeria' —de quien se omite su nombre real— llegó al país en 2019, luego de enterarse de que el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador invitó a los centroamericanos a trabajar en México . Si bien sabía que México era peligroso, no imaginaba le tocaría sufrir la delincuencia en carne propia.
Desde su llegada, tramitó su petición de asilo ante la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), porque confiaba en que con el estatus de asilada tendría una estadía tranquila y la posibilidad de obtener un empleo y ofrecer un futuro tranquilo a sus hijos, pero hasta ahora no ha sido así.
No solo a ella le ha tocado sufrir. Sus hijos fueron víctimas de agresiones: su hija padeció acoso sexual y ambos vieron cómo era incendiado un lugar donde tomaban clases.
"Cuando entré por la frontera, casi fui violada, no pasó nada, pero cuando estaba tramitando mi refugio, algo que me dolió mucho es que mis hijos (estaban) estudiando y le prendieron fuego a un como albergue que había en una cancha, era como un salón. Fueron sacados brutalmente de ahí, les quemaron sus cosas", relata.
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Ahí fue cuando 'Valeria' tuvo sus primeros encuentros con la xenofobia de mexicanos que veían a los migrantes no como a personas que huyeron de la violencia en sus países, sino como a extranjeros que les robarían oportunidades y recursos.
"Las personas estaban enojadas porque una institución dio apoyos para migrantes, y ellos estaban enojados diciendo que por qué habíamos llegado a robarnos su dinero. Fue muy difícil porque no podía salir de donde estaba y, si lo hacíamos, íbamos a ser golpeados o asesinados", recuerda la mujer.
'Valeria' es una de los 4,780 guatemaltecos a quienes la Comar ha dado asilo entre 2013 y 2021.