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La paz de los informes, la guerra de los territorios

El gobierno presume estabilidad donde el crimen gobierna mejor que las autoridades.
jue 11 diciembre 2025 06:03 AM
Michoacán, territorio de tres cárteles terroristas en la mira de Estados Unidos
Un país que se miente a sí mismo sobre su seguridad es un país que no puede resolver sus problemas. Las estadísticas que hoy celebran reducciones pueden ser ciertas en su forma, pero falsas en su significado, señala Alberto Guerrero Baena. (Foto: Iván Arias/Reuters)

El gobierno acaba de presentar el reporte de incidencia delictiva del mes de noviembre de 2025, que proclama reducción de homicidios, captura de criminales y desmantelamiento de laboratorios. Las cifras parecen esperanzadoras: 37% de reducción en homicidios dolosos desde septiembre de 2024, noviembre como el mes más bajo desde 2015, miles de detenidos.

Pero hay un problema fundamental: estas estadísticas cuentan solo una parte de la historia, la que el Estado logra documentar. Ignoran completamente la otra parte, mucho más grande, donde ocurre el verdadero desastre. Son números que tranquilizan a la población sin resolver nada. Son cifras que mienten.

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El espejismo de las estadísticas oficiales

El reporte celebra números que, aunque reales en su forma, pierden toda validez cuando se examina su contexto. Una reducción del 37% en homicidios es noticia positiva, pero solo si ese número refleja la realidad.

El problema es que no lo hace.

Las estadísticas oficiales miden únicamente lo que se denuncia, lo que se procesa, lo que entra en el sistema. Pero México tiene un enemigo silencioso llamado cifra negra: delitos que nunca son reportados, crímenes que quedan en la oscuridad, muertes que nadie documenta oficialmente.

Estudios de la Encuesta Nacional de Victimización y Confianza en la Instituciones Públicas (ENVIPE) han demostrado consistentemente que entre el 90 y el 95% de los delitos en México no se denuncian.

Esto significa que cuando el gobierno presenta una cifra de homicidios, esa cifra representa apenas un fragmento de la realidad. El reporte actual no menciona esto. Ni siquiera lo reconoce. Esta omisión no es inocente; es la diferencia entre análisis y propaganda.

Desapariciones Forzadas: El indicador que nadie quiere leer

Mientras el gobierno festeja capturas y decomisos, en todo el país hay familias buscando a sus desaparecidos. El reporte no menciona una sola cifra sobre desapariciones forzadas. Esta ausencia es reveladora. Según el Colectivo de Familiares de Desaparecidos en Coahuila y la Comisión Nacional de Búsqueda, hay decenas de miles de personas desaparecidas sin que el Estado tome acción decisiva. Las desapariciones forzadas son, quizás, el indicador más preciso de fracaso institucional: representan no solo la incapacidad del Estado para prevenir crímenes, sino su incapacidad o complicidad en investigarlos.

Cuando una persona desaparece, no llena un formulario de denuncia que después pueda contabilizarse como "caso resuelto". Las desapariciones crecen en silencio, fuera de los cuadros y gráficas que el gobierno exhibe. Son el fantasma que nunca aparece en los reportes porque eso sería admitir que el sistema entero ha colapsado en su función fundamental: proteger la vida.

El Plan Michoacán: Una curita en una hemorragia

El estado de Michoacán merece atención especial porque es donde el gobierno ha invertido mayores recursos y discurso político. El Plan Michoacán por la Paz y la Justicia es presentado como modelo de éxito. El reporte exhibe estadísticas que parecen impresionantes: laboratorios desmantelados, drogas aseguradas, detenidos.

Pero Michoacán sigue siendo uno de los estados más violentos de México. Entre 2024 y 2025, continúa siendo epicentro del crimen organizado, de las disputas territoriales, de las ejecuciones extrajudiciales.

Si el plan funcionara realmente, deberíamos ver:

a) reducción sostenida en desapariciones;
b) mejora en la capacidad investigativa de fiscalías locales;
c) institucionalización de la seguridad, no dependencia de operativos federales;
d) recuperación de espacios públicos y confianza ciudadana. Nada de esto sucede.

En su lugar, vemos operativos que generan titulares, decomisos que se reportan, pero que no traducen en ciudades más seguras ni instituciones locales más fuertes. Es cosmética de seguridad: lucir bien en el reporte sin resolver el problema de fondo.

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Lo que falta: Las preguntas incómodas

El reporte olvida preguntas esenciales. ¿Qué porcentaje de los delitos reportados llega a condena? ¿Cuál es el tiempo promedio de investigación? ¿Cuántas víctimas confían en denunciar? ¿Cómo evolucionan los indicadores cuando se ajustan por cifra negra estimada? ¿Qué sucede con los desaparecidos? ¿Por qué estados enteros siguen siendo controlados por crimen organizado a pesar de los operativos?

Estas preguntas son incómodas porque sus respuestas contradirían la narrativa de éxito. El reporte sabe cuál es la pregunta que no debe hacer: ¿cuántos delitos ocurren realmente en México? Porque si hiciera esa pregunta con honestidad, tendría que admitir que está midiendo la punta visible de un iceberg cuya verdadera dimensión desconoce.

Hacia Soluciones Reales

Si México quiere salir de esta crisis, debe abandonar la métrica de los operativos y adoptar una basada en resultados. Esto requiere:

Primero, transparencia radical sobre la cifra negra. El Estado debe publicar estimaciones honestas de delitos no denunciados y crear incentivos reales para que la ciudadanía denuncie: garantías de anonimato, protección, investigación efectiva y no represalia.

Segundo, institucionalización local. Los operativos federales son parches. Lo que México necesita es fortalecer fiscalías, policías investigativas y sistemas de justicia en cada entidad. Sin esto, los criminales capturados hoy regresan mañana porque no hay sistema que los juzgue y condene.

Tercero, búsqueda efectiva de desaparecidos. Crear una estrategia nacional de búsqueda con recursos, tecnología y coordinación real, no solo discurso. Las familias de desaparecidos son el termómetro más honesto de la seguridad en México.

Cuarto, cambiar indicadores. En lugar de celebrar decomisos, medir confianza ciudadana. En lugar de reportar operativos, medir reducción de criminalidad real en ciudades específicas. En lugar de capturas, medir condenas efectivas.

El costo de las mentiras agradables

Un país que se miente a sí mismo sobre su seguridad es un país que no puede resolver sus problemas. Las estadísticas que hoy celebran reducciones pueden ser ciertas en su forma, pero falsas en su significado. Son mentiras agradables que tranquilizan a quien quiere creer, pero que condenan a millones de mexicanos a seguir viviendo bajo la incertidumbre de violencia no reportada, crímenes no investigados y desaparecidos no buscados.

México no necesita mejores números. Necesita mejor realidad. Y eso solo ocurre cuando el Estado deja de contar historias y comienza a resolver problemas.

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Nota del editor: Alberto Guerrero Baena es consultor especializado en Política de Seguridad, Policía y Movimientos Sociales, además de titular de la Escuela de Seguridad Pública y Política Criminal del Instituto Latinoamericano de Estudios Estratégicos, así como exfuncionario de Seguridad Municipal y Estatal. Escríbele a albertobaenamx@gmail.com Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

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