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El poder tiene límites

Los gobiernos populistas autoritarios se rigen por un manual muy obvio, uno que parte de destruir las bases del régimen democrático.
lun 01 diciembre 2025 06:02 AM
México enfrenta riesgo de baja en calificación de Moody’s por déficit récord
Ha llegado el momento de dirigir al país a un rumbo donde exista certeza, definiciones y posibilidades reales de resolver los enormes problemas nacionales, apunta Juan Francisco Torres Landa. (Foto: Galo Cañas/Cuartoscuro)

Lo que ha venido sucediendo en el país en los últimos siete años, y en particular en los últimos 12 meses, no es normal. Lo que hemos visto es cómo con tretas y trampas pseudo-legales se han derrumbado las columnas elementales de una democracia que estaba en construcción. Con una visceralidad propia de personas sin vocación real de mejoría, con la visión de quienes quieren concentrar poder sin objetivo loable alguno, y con la intención de quienes quieren arrasar todo a su paso. Y en esa misión absurda y tendenciosa parecería a primera vista que han sido exitosos, pero hay más cosas que no son tan obvias y que hay que analizar.

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Ya hemos dicho que los gobiernos populistas autoritarios se rigen por un manual muy obvio, uno que parte de destruir las bases del régimen democrático. Optan por provocar que cabalguen los cinco jinetes del apocalipsis: la toma a como dé lugar de los tres poderes de la unión, los medios de comunicación y finalmente el régimen electoral. En esa ruta la misión evidente es asegurarse que nadie pueda contrarrestar al partido en el poder. Se trata de hacer que la cancha de competencia electoral no esté pareja, y que los disidentes no tengan árbitros neutrales que puedan evitar abusos.

Muchos parecen no entender lo que pasa en el país. Hay una especie de resignación a todo el mal que se está perpetrando. Hay que destacar que Morena se ha hecho de muchas herramientas para ser una fuerza dominante y de nula interacción con otras opciones políticas. Pero ese nivel de soberbia y nula operación democrática no pueden tener un buen destino. Estos regímenes han existido en la historia, y el común denominador es que todos se derrumban y no acaban bien. No existe una sola razón para pensar que este experimento va a generar una situación con buen talante. No ha sido así antes, no lo será ahora tampoco. Sus días están contados.

En la ceguera de Morena y de sus líderes empieza a permear un serio problema de no reconocer la fragilidad de los terrenos que están pisando. Como les llegó muy rápido el poder y lo utilizaron con vehemencia para implementar el plan de destrucción del líder de su movimiento, ahora se topan con la novedad que ya no tienen más que hacer. Su obra se implementó para destruir, y llega un momento en que ya no hay más que se pueda derruir. Pero ahí es donde viene el problema porque la agenda se vacía al ya no tener más tareas inmediatas. Se vuelven problemas enormes sus propias profecías. La demolición es de tal magnitud que se vuelve imposible gobernar al no poder dar resultados, y seguir engañando con la simple cantaleta de que todo lo malo viene del pasado y que ellos no son responsables de nada. Eso es una profecía de ver como caen al vacío.

Como siguen ciegos con tanto poder, el desgaste ya se empieza a materializar. Los roces entre distintas aristas de sus grupos se hacen más evidentes cada día. Incluso el liderazgo ya no es tan claro entre el anterior y la actual Presidenta. No tienen reglas claras salvo una especie de culto religioso por su redentor, el que vive en Palenque que sigue jalando los hilos del poder a su libre albedrío sin control o contrapeso alguno interno. Pero el desgaste se acumula y aún los muy creídos empiezan a abrir los ojos.

Así vemos que el tiempo los está alcanzando. Y las consecuencias de abusos con tanto poder están ya a la vista. Lo peor de todo es que no tienen méritos en el gobierno. Han destruido todos los sectores en que la tarea gubernamental es más importante. Salud, educación, justicia, seguridad, medio ambiente, trabajo y economía. En todos se registran los niveles más bajos de rendimiento y nulo desarrollo. Ha sido tan grande su vocación de acabar con legados de gobiernos previos, que se conformaron con simplemente no generar o construir nada a cambio. No dejaron algo servible. Simplemente fue la revancha y substituyeron la capacidad por la sumisión, los logros por la lealtad ciega, la pericia por la incondicionalidad. Qué puede salir bien así. Imposible ver que haya una mejora con tanta estupidez.

En uno de tantos desastres hay que resaltar que hicieron la oferta de acabar con la corrupción, y en su lugar generaron el escándalo de corrupción más grande en la historia del país (y uno de los más grandes a nivel mundial), el huachicol fiscal es todo lo peor de lo que dijeron iban a erradicar. Lo mismo en temas de violencia en que hoy tenemos el número más alto de muertes y desaparecidos en el país. Y para colmo de males, cuando hay quienes reclaman y se manifiestan ante estos males, el estado los reprime y calla sin estupor alguno. Quienes son disidentes no son bienvenidos.

Y ahora, ante la falta de contrapesos institucionales o legales, empiezan a salir las grandes tareas de cómo justificar tan malos resultados. La narrativa de que todo es culpa de gobiernos previos ya no funciona, no cuando se lleva siete años en el poder y tienen controlados a los tres poderes de la federación y muchos gobiernos estatales y municipales. Ahora el tema es que van a tener que empezar a rendir cuentas, y al no tener la excusa de que otras fuerzas políticas no los dejan gobernar, tienen que hacerle frente a sus propias fechorías. El juicio ciudadano es ya inaplazable y fulminante.

Una parte fundamental del enorme problema que tienen es su inconfesable alianza con la delincuencia organizada. Sus aliados electorales han sido leales en cuanto al uso de la fuerza para dominar por la mala las contiendas en las urnas. Pero no es una sociedad sin precio. Los delincuentes han pedido amplias canonjías para permitir que penetren las estructuras del poder en todos los niveles de gobierno, y a su vez provocar un dominio de múltiples actividades y sectores de la economía. Pero esa invasión ya topó con la intolerancia de enormes sectores empresariales, agrícolas y ciudadanos que están hartos de los abusos y violencia desatada por quienes solamente buscan el rédito y expoliación de los ciudadanos con la complicidad del estado. Se escucha finalmente ya un grito de hartazgo.

Todo esto nos lleva al hecho de que los de Morena hasta ahora han pensado que habiendo llegado al poder y concentrado todas sus tribus, están en posibilidad de literalmente hacer lo que les venga en gana. Es cierto que incluso han modificado en 12 meses múltiples temas a nivel constitucional y que eso los coloca en una situación de poder no vista desde hace décadas. Pero eso también les ha generado la confusión de pensar que tienen la capacidad de abusar y que eso no tiene consecuencias. Se equivocan y ya lo están viendo. Finalmente se aprecia una ola de regreso en forma paulatina pero cada vez más visible porque el país ya se cansó de un gobierno tan nocivo, incompetente, inútil, y sin resultados.

Falta ver lo que toca a sectores claves en cualquier país. Hay que hablar de fuerzas armadas, empresarios, transportistas, campesinos, obreros, burócratas, etc. Entre estos grupos ha habido amplios sectores que por apatía, desinterés, torpeza o complicidad han guardado un silencio preocupante. Salvo los que son parte del equipo central de Morena y algunos beneficiarios directos, en general en corto prácticamente todos los participantes en los sectores indicados reconocen ya la gravedad de la destrucción sistemática en el país. El problema es que muchos de ellos no expresan su inconformidad en público y en varios momentos incluso participan en bochornosos momentos de actitud cortesana con el régimen. Una pésima forma de pisotear al país y de ser o parecer simples marionetas de un gobierno que no ha hecho sino devastar la nación.

El tema central ahora es que no hay ya margen de maniobra. La acumulación excesiva de poder ya no le permite al régimen excusar sus propias pifias. Las finanzas públicas están totalmente vulnerables y no hay crecimiento económico desde hace siete años. Por eso es urgente fortalecer a los esfuerzos de contrapeso, oposición y diversidad política. Ha llegado el momento de dirigir al país a un rumbo donde exista certeza, definiciones y posibilidades reales de resolver los enormes problemas nacionales. Solamente con un acuerdo nacional que involucre a población, empresariado y una nueva clase política será posible parar la hemorragia y sinrazón actual, y pasar a una nueva etapa de transparencia, democratización, igualdad, crecimiento económico, y abatimiento del rezago social. Es el momento de abrir la puerta de una definición donde quepa la pluralidad política, donde el mosaico nacional esté presente, donde haya certeza de un plan diferente al pasado y al presente, donde la ciencia y el sentido común prevalezcan, donde finalmente México pueda ser el gran protagonista de un país de grandes méritos, desarrollo, paz y justicia.

Hoy vamos sin rumbo y de camino a un abismo profundo. Pero el despertar ya es visible en mil formas. Por eso es que nos atrevemos a decir que el poder tiene límites, y en México eso se demuestra porque ya no es factible que el gobierno morenista se sienta legitimado legal, moral o éticamente para seguir haciendo tanto daño. Ya llegó el momento del cambio, y esto empieza por lo más sencillo, por el simple hecho de saber que los que hoy ostentan el poder simplemente ya se volvieron obsoletos y dispensables. No más de esta terrible racha y desorden. Tengamos claros que se van a ir por la vía democrática y que en 2027 sufrirán un descalabro masivo en las urnas, para luego dejar el poder en 2030 con una gran alianza nacional. Al tiempo.

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P.D.1. No se puede olvidar a Carlos Manzo. Su muerte tristemente generó el catalizador del cambio que estamos seguros ya se impuso en el país. Su lucha no fue en vano. Uruapan reflejó todo lo que está mal en la nación, y por eso es que tantos nos sentimos identificados y dolidos con la tragedia familiar y local. Esa identidad nos hizo a todos reaccionar para ya no tolerar más abusos. Hagamos cada quien lo que nos corresponde.

P.D.2. El reciente cambio en la FGR es un capítulo más del desprecio que en el país existe por la institucionalidad. No se respetaron ni los tiempos ni las formas. Se presionó al ex titular para que saliera porque fue evidente que ejerció un mínimo de autonomía y eso no gustó al régimen. El resultado fue llevar a una incondicional al puesto para que no los persiga, sino que esté al servicio del poder para ir tras los que osen contrariar al régimen.

P.D.3. La imagen de México en el exterior sigue cayendo en forma evidente. Las imágenes de violencia, homicidios, desapariciones, robos y problemas aparecen en las primeras planas y noticieros. Muy complicado decir que todo está requetebién cuando es evidente que los problemas se han multiplicado en todo lo visible e invisible. Tapar el sol es imposible.

P.D.4. Las recientes discusiones y determinaciones por parte de la nueva Suprema Corte de Justicia de la Nación en torno a romper el principio de cosa juzgada es poco menos que una locura. El solo hecho de que el máximo tribunal esté pensando sin más en reabrir casos del pasado bajo la excusa de que pueden haberse dado decisiones previas injustas, señala que se puede detonar una variable de incertidumbre como quizá nunca se había siquiera pensado posible. Es tal la locura que incluso entre los incondicionales Ministros no pudieron tener una idea común de a dónde querían llevar un impulso que ni siquiera tiene apoyo legislativo o procedimental alguno.

P.D.5. La rebeldía de campesinos y transportistas es muy sana. Se tienen que ya expresar y oír las voces de quienes tanto han resentido malas definiciones y decisiones políticos. Es obvio que los ciudadanos resentimos el impacto del cierre de calles y carreteras, pero ante los problemas que ellos han resentido no podemos sino ser solidarios y exigir que las autoridades ya se dejen de tantas tonterías, empezando por estar solapando todo el tiempo a la delincuencia organizada.

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Notas del editor: Juan Francisco Torres Landa es miembro del Consejo Directivo de UNE México y de la red de Unid@s. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

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