2. Remuneración y condiciones laborales
          Salarios bajos, jornadas extensas y condiciones precarias fomentan la rotación y la vulnerabilidad a la corrupción. Para retener talento es esencial un escalafón salarial competitivo, prestaciones ligadas a desempeño y rutas claras de promoción profesional. El financiamiento federal condicionado a modernización administrativa puede equilibrar desigualdades entre municipios y garantizar estabilidad laboral.
          3. Integridad institucional y combate a la corrupción
          La corrupción erosiona legitimidad y permite la colusión con redes criminales. Implementar controles internos independientes, evaluaciones de integridad y sistemas de denuncias protegidas reducirá impunidad. Propongo unidades anticorrupción municipales con autonomía técnica, acceso a auditorías externas y protocolos de coordinación con órganos estatales y federales.
          4. Equipamiento y logística adecuados
          La carencia de equipamiento desde comunicaciones seguras hasta cadena de custodia limita la respuesta y la investigación. Una política nacional de dotación con inventario unificado, mantenimiento programado, compra centralizada y supervisión ciudadana reducirá discrecionalidad y costos, mejorando la operatividad local.
 
           
          5. Inteligencia estratégica y análisis de datos
          La transición hacia un modelo preventivo exige capacidades de análisis: georreferenciación, mapas de calor y evaluación de patrones delictivos. Crear celdas municipales de análisis integradas a plataformas estatales y al SESNSP permitirá intervenciones focalizadas y basadas en evidencia.
          6. Coordinación intergubernamental
          La desarticulación entre niveles de gobierno amplifica vacíos. Protocolos operativos, mesas de mando interinstitucionales y acuerdos de interoperabilidad tecnológica deben formalizarse para evitar duplicidades y disputas jurisdiccionales que paralizan la acción policial.
          7. Rendición de cuentas y control ciudadano
          Sin transparencia no hay confianza. Publicar indicadores clave —incidencia delictiva, tiempos de respuesta, quejas y sanciones disciplinarias— empodera a la ciudadanía. Consejos ciudadanos de vigilancia, con representatividad plural y mecanismos de seguimiento, pueden auditar prácticas policiales y proponer mejoras.
          8. Transformación cultural e institucional
          La reforma no es sólo técnica; es cultural. Programas de cambio institucional que incluyan liderazgo ético, gestión del talento y capacitación en manejo no violento del conflicto cambiarán incentivos y prácticas. Procesos de selección deben priorizar competencias sociales, resolución pacífica y apego a derechos humanos. La CNDH y otras instancias han señalado la urgencia de promover cultura de legalidad.
          9. Profesionalización de investigación local y vínculo con procuración de justicia
          La impunidad coopta violencia; fortalecer la capacidad investigativa municipal —preservación de escena, primeros peritajes y cadena de custodia— mejorará resultados judiciales. Convenios con fiscalías y centros forenses, así como formación en técnicas básicas de investigación, son indispensables para romper ciclos de impunidad.
          10. Evaluación y métricas de impacto
          Sin métricas rigurosas, las reformas son intenciones. Diseñar evaluaciones independientes de impacto con líneas base, indicadores cualitativos y cuantitativos y evaluaciones ex post permitirá ajustar políticas y escalar prácticas exitosas. Publicar resultados favorecerá aprendizaje institucional y replicabilidad.