El futbol, como espacio de gestión de talento y disciplina colectiva, ofrece lecciones útiles.
En particular, la metodología de Marcelo Bielsa, uno de los entrenadores más influyentes y rigurosos del futbol contemporáneo, brinda un marco conceptual para repensar la profesionalización policial. Este escrito propone una analogía entre la formación de jugadores bajo el modelo ‘bielsista’ y la necesidad de transformar el sistema de reclutamiento, selección y desarrollo de policías en México.
Selección de perfiles: vocación sobre conveniencia
En el futbol, Bielsa ha sido reconocido por un proceso de selección de talentos que privilegia la vocación, la disciplina y la disposición al esfuerzo, por encima de las habilidades técnicas inmediatas. El jugador ideal para su sistema no es únicamente el más dotado físicamente, sino aquel que demuestra resiliencia, capacidad de aprendizaje y compromiso con la dinámica colectiva.
El sistema policial mexicano, por el contrario, ha priorizado cubrir vacantes con rapidez, lo que con frecuencia conduce a incorporar a personas cuya motivación principal es la necesidad económica. Esta dinámica, aunque comprensible, genera consecuencias negativas: altos índices de deserción, baja identificación institucional y limitadas capacidades para enfrentar la complejidad del trabajo policial.
La analogía es clara: así como Bielsa entiende que el talento sin compromiso es insuficiente, el reclutamiento policial debe orientarse a detectar vocaciones auténticas, filtrando con rigor tanto capacidades técnicas como cualidades éticas y psicológicas. La vocación de servicio debe convertirse en el primer criterio de ingreso, no en un factor secundario.
Entrenamiento: del ejercicio físico a la comprensión táctica
Uno de los aspectos más distintivos del método Bielsa es la intensidad de sus entrenamientos. El esfuerzo físico es relevante, pero su verdadero valor radica en el desarrollo de la comprensión táctica. El jugador no solo ejecuta movimientos: entiende el juego, anticipa al rival y toma decisiones en tiempo real.
La formación policial en México tiende a privilegiar la instrucción técnica básica —uso de armas, protocolos de intervención— sin un énfasis suficiente en la preparación estratégica y contextual. En consecuencia, muchos elementos carecen de habilidades para enfrentar situaciones dinámicas: mediación de conflictos comunitarios, negociación en crisis o análisis de escenarios criminales.
Trasladar la lógica bielsista a este ámbito implica concebir el entrenamiento policial como un espacio integral. No se trata solo de fortalecer el cuerpo o repetir protocolos, sino de formar mentes tácticas capaces de interpretar contextos cambiantes y responder con criterio. Así como Bielsa estudia a detalle las jugadas de los rivales, las academias policiales deben incorporar análisis criminal y simulaciones realistas que fortalezcan la capacidad de anticipación.
Desarrollo de capacidades: integración en un sistema
El modelo de Bielsa se caracteriza también por la construcción de sistemas colectivos. Cada jugador comprende su rol específico y lo asume con disciplina, entendiendo que el rendimiento individual cobra sentido únicamente dentro del engranaje grupal.
La policía mexicana adolece de una fragmentación estructural. La coordinación entre corporaciones es limitada, la comunicación vertical predomina sobre la horizontal y el aprendizaje institucional se encuentra rezagado. En este sentido, el desarrollo de capacidades no puede reducirse a la capacitación inicial: debe concebirse como un proceso continuo, con entrenamientos periódicos, retroalimentación sistemática y espacios de cooperación interinstitucional.
Inspirarse en Bielsa implica diseñar un sistema en el que cada policía conozca su rol dentro del colectivo, donde la lealtad no sea hacia un mando individual, sino hacia un proyecto institucional coherente.
Liderazgo: coherencia y ejemplo como principios rectores
El liderazgo en el modelo Bielsa se fundamenta en la coherencia. El entrenador exige sacrificio y disciplina porque él mismo los encarna. Su autoridad no depende únicamente de la jerarquía, sino de la legitimidad construida mediante el ejemplo.
En el ámbito policial, la construcción de liderazgos auténticos es una deuda pendiente. Con frecuencia, los mandos reproducen prácticas autoritarias o distantes, lo que limita la identificación de la tropa con el proyecto institucional. En contraste, se requiere un liderazgo basado en la cercanía, la integridad y la congruencia entre discurso y práctica.
La enseñanza bielsista aquí es contundente: el uniforme o el cargo no bastan para generar compromiso. El verdadero liderazgo se consolida cuando los mandos transmiten pasión, disciplina y orgullo por la misión de servir a la comunidad.