A partir de entonces, en los años 70 le sucedieron episodios represivos como el Halconazo de 1971, movimientos guerrilleros como la Liga 23 de septiembre y liderazgos sociales como Lucio Cabañas.
Después, en los 80, se dieron movimientos sociales, como el derivado de la incapacidad gubernamental ante el terremoto de 1985; o como el estudiantil de 1986, en el cual participó activamente la entonces estudiante Claudia Sheinbaum.
Pero fue el 68, con sus movimientos sucesorios de los 70, el que más impacto tuvo en el sistema político y democrático de México. Logros que hoy parecen diluirse ante la fuerza de la 4T.
La izquierda emanada del 68 buscó erigirse como el contrapeso principal al sistema de partido hegemónico del PRI, ante la censura, persecución y represión a quien pensara diferente al sistema.
Es de ese movimiento que surgieron personajes que lideraron organizaciones políticas que fueron dando forma a esa izquierda, como lo fueron el PSUM, el PCM y algunos otros.
Sin embargo, conforme fue conquistando espacios propios y visibilidad, la propia izquierda fue haciendo implosión, y alejándose de sus luchas históricas. Empezando por la conformación del PRD a costa de esos partidos, y su eventual llegada a espacios de poder en los 90 y los 2000.
Al probar esas mieles del poder, la izquierda se fue deformando en una fuerza política que, en realidad, se sentía muy cómoda emulando las prácticas que tanto combatieron en el pasado. Clara evidencia de ello fue la manera en que gobernaron la CDMX desde 1997, incluido López Obrador.
Como ironía del destino, tal como el PRD en su momento absorbió y asfixió a los partidos originales de la izquierda, la creación de Morena en 2014 dio la estocada final al PRD, y a décadas de lucha por tener una fuerza política progresista, para dar paso al pragmatismo político.
En su discurso de victoria el 2 de julio de 2018 en el Zócalo, AMLO dijo: “No vamos a dejar de recordar a los dirigentes sociales, a los dirigentes políticos que desde hace muchos años han venido luchando por una verdadera democracia en nuestro país. Siempre los vamos a recordar. Ellos son los precursores de este movimiento, ellos comenzaron con esta lucha...”
Fue como un anuncio de lo que López Obrador, que nunca fue de izquierda, ni del PRI real, y cuyo único objetivo fue el protagonismo personal, traicionaría como presidente de México, atacando las agendas y luchas de todos aquellos a quienes dijo recordar y reconocer.
De la presidenta Claudia Sheinbaum, quien sí abrevó desde su niñez las lecciones del 68, se esperaba algo diferente. Su madre participó tanto en el 68 como en el 1971. La llevó varias veces a la entonces cárcel de Lecumberri a visitar a los dirigentes encarcelados. Y ella misma ha declarado que su gran mentor político fue Álvarez Garin, uno de los principales nombres del 68.
Derivado de esa profunda experiencia vivencial, se involucró activamente en movimientos y agendas sociales, a diferencia de AMLO. Por lo que parecía que ella tenía una sensibilidad distinta.
Incluso, a días de su victoria en 2024, declaró ufana ante un público empresarial que la cuestionó por la reforma judicial: llevo toda mi vida luchando por la democracia, ¿cómo voy a buscar el autoritarismo?
Pero a 7 años de gobierno, la 4T ha probado ser muy distinta a los principios y conquistas del 68.
Uno de los grandes reclamos de ese movimiento era la apertura al diálogo público. Ese que la 4T, en el mejor de los casos, considera exclusivo para su movimiento. Aunque ni al interior se de.
El 68 también tuvo impacto en el sistema educativo, que derivó en la Ley Federal de Educación, con aportaciones institucionales importantes, como la creación de los CCH, sede de movimientos en los que participó Sheinbaum. O el CONACYT, dinamitado por AMLO y Álvarez Buylla.
La libre manifestación de ideas era otro eje del 68. La pugna por la libertad de expresión. Esa que hoy, gobiernos locales de Morena, ante la inacción de la Presidencia, condenan mediante persecución, intimidación y hasta uso faccioso de la justicia contra quienes tienen alguna crítica.
Tanto que, hasta Alejandro Encinas, de lo último de la izquierda, escribió hace poco "El ejercicio democrático del poder exige renunciar a la tentación de restringir, censurar o sancionar la libertad de expresión. La autoridad no puede fincarse en la autocomplacencia esperando solo el elogio."
El primer gran logro legal del 68 fue justamente la derogación del delito de disolución social del Código Penal. En los tiempos actuales de la 4T, eso parece ignorarse.