Desde el sexenio pasado, y aún más a partir de las reformas que heredó AMLO a la presidenta, una parte de la discusión pública gira en torno al actual deterioro y destrucción institucional 4Tista.
Sí construimos instituciones muy sólidas

Se argumenta, y con razón, lo delicado de la andanada emprendida, particularmente contra la institucionalidad del Poder Judicial y contra algunos organismos constitucionalmente autónomos.
Y si bien se arrastraban falencias institucionales desde mucho antes de 2018, la estrategia de AMLO y la 4T, lejos de solucionarlas aprovecha esa debilidad para destruirlas más. Por eso, vale la pena refrescar un poco del largo proceso de institucionalización de México, sin olvidar sus problemas.
Hoy que tanto se acude al argumento fácil de comparar a la 4T con el otrora régimen hegemónico del PRI del Siglo XX, es menester recordar que una de las grandes diferencias es, precisamente, que aquel régimen construyó y consolidó la mayoría de instituciones que hasta hoy sostienen al país.
Un largo proceso que arrancó a partir de la era postrevolucionaria, y se mantuvo en forma sostenida hasta, al menos, la década de los 90. Construyendo desde instituciones partidistas, hasta sociales, académicas, económicas, electorales, e incluso de la administración pública federal.
Uno de los grandes aciertos del régimen nacional revolucionario fue el de entender que la Revolución dejó una sociedad profundamente dividida, y un entramado institucional dinamitado. Para gobernar, era fundamental regresar un sentido de identidad nacional y de orden a México.
Se empezó desde su propia casa, el partido. Creado en 1929 como Partido Nacional Revolucionario, después Partido de la Revolución Mexicana en 1938, hasta finalmente llegar a PRI en 1946, el partido se veía como el vehículo principal para aglutinar a la sociedad y poder dar gobernabilidad al país.
Por eso se constituyó en sector que representaban a los principales grupos de la sociedad. El militar, por el origen de los gobiernos de la época, el campesino (CNC) y el obrero (CTM).
Después, ante la evidente necesidad de trascender de gobiernos militares, en 1943 se crea el sector popular (CNOP), eliminando al militar, para preparar a la sociedad para un tránsito terso a y sostenido a gobiernos civiles.
Paralelamente, y si bien no fue hechura del régimen, en 1939 se creó el Partido Acción Nacional, como una institución que por muchas décadas pugnó por la apertura democrática de México (origen que olvidaron al llegar al poder), hasta cierto punto tolerada y legitimada por el gobierno.
Así, se fueron generando, particularmente en los años 60 y 70, grupos políticos que llevaron al régimen a entender que ante una creciente diversificación de la sociedad, había que dar paso a nuevos partidos, principalmente de izquierda, construyendo un sistema de partidos en el país.
De manera simultánea, el partido hegemónico tuvo otro gran acierto, que fue entender que para gobernar (y mantener el poder) se necesitaba profesionalización. Así, durante décadas se crearon cuadros de funcionarios públicos profesionales y especializados, con convicción y mística, que dieron solidez institucional a las secretarías y dependencias, como SHCP, SRE, Comercio, entre otras.
Con esa visión, se crearon instituciones gubernamentales para cubrir las diversas agendas sociales, como el Seguro Social, o el Infonavit, o el de los Trabajadores del Estado. Instituciones que hasta la fecha son pilares de cualquier política social, aunque estén bajo acecho.
El ámbito económico fue el de mayor institucionalización. Desde la profesionalización de la Secretaría de Hacienda, hasta la creación de órganos técnicos autónomos de gran prestigio internacional como el Banco de México, el Inegi, la Cofece, el IFT, entre otros. Muchas de ellas con modernizaciones constantes.
El terreno educativo es de los más prolíficos institucionalmente. Incluso antes del régimen hegemónico, y consolidades todo el siglo XX. Gracias a ello tenemos universidades públicas de reconocimiento internacional, empezando por la UNAM, el IPN o la UAM. Y también a nivel local, como la Autónoma de Nuevo León o la de Guadalajara.
Y la proliferación de instituciones privadas, o público privadas, de gran renombre, como el Colegio de México, el CIDE o la FLACSO. Y cadenas de universidades privadas con alcance global.
El ámbito electoral también es un gran caso de éxito mexicano, admirado en todo el mundo. Lo que inició con la gran reforma de 1977, se vio cristalizado en los 90 con la creación del entonces Instituto Federal Electoral, hoy INE, con un proceso de ciudadanización que ha sido ejemplo para muchos países.
Con el IFE, llegaron otras instituciones fundamentales para la justicia electoral, como el Tribunal Federal Electoral, hoy TEPJF, y sus salas regionales, junto con sus homólogos locales.
Y una vez llegada la famosa alternancia del año 2000, la única institución creada a partir de entonces fue el Instituto Federal de Acceso a la Información, hoy INAI. Además de algunas reformas a las ya existentes.
Todo este proceso de institucionalización, implicó también un trabajo legislativo importante, de mucha discusión y negociación, para tratar de darle bases sólidas a las instituciones del país, a diferencia de lo que hoy se hace desde el Poder Legislativo.
México vivió al menos ocho décadas de profunda institucionalización, por momentos a regañadientas, que tuvo como hilo común una visión de Estado de muchos personajes y liderazgos con profunda convicción de servicio público y de dar lo mejor posible al país, independientemente de ideologías.
Sin embargo, ahora que una parte de la conversación pública es la destrucción institucional emprendida por AMLO y sostenida por los legisladores de la 4T, y ante el esfuerzo de tantas décadas de construcción y consolidación de instituciones, es obligación decir que la actual destrucción no empezó en 2018, llevaba ya unos años. Eso, lo abordaremos en una próxima ocasión.
Construir y consolidar instituciones es un proceso tan difícil como importante para cualquier país; debilitarlas o destruirlas puede ser muy sencillo. Esperemos que las nuevas generaciones de políticos, y en la opinión pública, entiendan nuestra historia institucional y eviten los errores actuales, y del pasado. Los actuales ya claudicaron, o a lo uno o a lo otro.
____
Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.