Publicidad
Publicidad

Por un mayor intervencionismo estatal, pero inteligente

¿Es prioritario que el Estado construya sus propios autos eléctricos y satélites cuando ni siquiera es capaz de garantizar los derechos más básicos a sus ciudadanos?
mar 07 enero 2025 06:04 AM
sheinbaum-maduro
Si los proyectos de Sheinbaum fueran estratégicos para construir un Estado de bienestar, combatir la desigualdad y mejorar la calidad de vida de la clase trabajadora, los aplaudiríamos. Pero no es así: se trata de una agenda estatista poco estratégica, apunta Jacques Coste.

La presidenta Claudia Sheinbaum ha anunciado varios proyectos que aumentarían la participación del Estado mexicano en la economía, como la empresa automotriz Olinia, la extensión de la red de trenes de pasajeros, el desarrollo de tecnología satelital o las reformas para reforzar a Pemex y la CFE. Habrá que analizar los efectos y la puesta en marcha de cada uno de estos proyectos de manera individual y no en paquete, pero de entrada me parece positivo que el gobierno de Sheinbaum tenga la intención de fortalecer la intervención económica del Estado.

Publicidad

Veo a los voceros del empresariado y a los ideólogos del neoliberalismo muy nerviosos por estos proyectos. Para ellos, el Estado no debería participar activamente en la economía; más bien, debería centrarse en proteger y ampliar los mercados, retirar obstáculos para la libre circulación de mercancías y capitales, y ofrecer garantías para la inversión. Por tanto, auguran que los proyectos de Sheinbaum serán nocivos para la economía y mermarán el crecimiento y la inversión.

Yo tengo una crítica distinta. Desde mi punto de vista, es muy positivo que el Estado mexicano eleve su nivel no sólo de intervención, sino de participación en la economía. No obstante, como bien dijo Viri Ríos , parece que el gobierno mexicano tiene una agenda estatista del siglo XX y no del XXI: “En un mundo que transita a la economía de los servicios, la logística y el mundo digital, la estrategia económica de Morena se acerca demasiado al sueño del siglo pasado: hacer trenes, lanzar satélites y hacer un auto de contenido nacional”.

Más importante aún: la escala de prioridades del gobierno mexicano está descompuesta. El Estado debe intervenir primero ahí donde la población más lo necesita, donde la sociedad sufre de carencias y falta de derechos y condiciones para su desarrollo económico, físico, personal y humano.

El programa “Internet para todos” es un buen ejemplo de eso. En un país con tantas desigualdades y con un mercado oligárquico de telecomunicaciones, es correcto que el Estado tenga el objetivo de proveer internet gratuito y de calidad para toda la población, para así facilitar su acceso a un derecho que debería ser básico y universal en pleno siglo XXI.

Sin embargo, en este mismo programa se ven las contradicciones de Morena y Sheinbaum: por un lado, lanzan un ambicioso programa para proveer internet universal y gratuito; pero, por el otro, apapachan a los oligarcas de las telecomunicaciones y facilitan que este mercado siga cooptado por los empresarios de siempre.

Las mismas contradicciones son notorias en todas las iniciativas morenistas para reforzar el papel del Estado en la economía. Morena se niega a pasar la reforma para reducir la jornada laboral a 40 horas semanales y tan sólo ha apoyado a regañadientes varias de las iniciativas laboristas de Movimiento Ciudadano. Además, el desmantelamiento del sistema de salud, el empeoramiento del (de por sí paupérrimo) sistema educativo y la renuencia a invertir en transporte público de calidad anulan toda posibilidad de construcción de un Estado de bienestar.

En serio, ¿es prioritario que el Estado construya sus propios autos eléctricos y satélites cuando ni siquiera es capaz de garantizar los derechos más básicos a sus ciudadanos? ¿No sería mejor invertir ese dinero en un sistema de salud universal, en mejoras al transporte público y en reformas laborales para que la clase trabajadora eleve su calidad de vida?

Una vez alcanzadas estas metas básicas, el Estado podría plantearse objetivos más ambiciosos para ampliar su papel económico, pero me parece un sinsentido invertir en estas prioridades dejando en segundo plano cosas tan básicas como un sistema de salud universal y de calidad.

Publicidad

Por otra parte, aun si el Estado mexicano decide ampliar su papel económico en este momento, no me parece que los sectores elegidos por Sheinbaum sean los más estratégicos. La Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación tiene el propósito de contribuir al desarrollo de tecnología nacional para sectores como el automotriz o el aeroespacial, pero ¿acaso no sería más provechoso desarrollar tecnología, equipo y material para el sector salud, para así contar con mejores hospitales y un servicio médico digno? ¿Acaso no sería mejor limpiar de corrupción y elevar la eficiencia de Segalmex para garantizar la seguridad alimentaria de la población? ¿Acaso no sería invertir esos esfuerzos en combatir el capitalismo de cuates?

Quienes defendemos la participación del Estado en la economía desde una posición socialdemócrata no nos oponemos por principio a que el gobierno mexicano recupere su vocación intervencionista. Al contrario, si los proyectos de Sheinbaum fueran estratégicos para construir un Estado de bienestar, combatir la desigualdad y mejorar la calidad de vida de la clase trabajadora, los aplaudiríamos. Pero no es así: se trata de una agenda estatista poco estratégica y muy contradictoria. Necesitamos un Estado fuerte y activo, pero también inteligente.

____

Nota del editor: Jacques Coste ( @jacquescoste94 ) es internacionalista, historiador, consultor político y autor del libro Derechos humanos y política en México: La reforma constitucional de 2011 en perspectiva histórica (Instituto Mora y Tirant lo Blanch, 2022). Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Publicidad

Newsletter

Los hechos que a la sociedad mexicana nos interesan.

Publicidad

MGID recomienda

Publicidad