Para que la cuña apriete debe ser del mismo palo, reza el viejo proverbio popular. Y es que como resultado de lo que pasó en las elecciones en Estados Unidos es muy claro que contra todos los pronósticos de hace un par de años, salió reelecto ahora para un segundo término el candidato republicano a la Casa Blanca. Este evento es uno que amerita reflexión y cuidado por lo que implica para el mundo y particularmente para nuestro país.
#ColumnaInvitada | Una sopa de su propio chocolate
Una persona que fue sujeto a procesos penales, que intentó o avaló un movimiento de insurrección cuando no ganó el primer periodo de reelección, y que ha mostrado un serio desprecio por las reglas de probidad política y personal fue quien finalmente en una remontada épica ha sido electo para un segundo término en la Presidencia de los Estados Unidos. Así será apenas la segunda persona que ha obtenido un segundo término no consecutivo a su puesto inicial como titular del ejecutivo estadounidense. Es un caso atípico en muchas formas, pero es real, y no hay que ignorarlo.
Justamente el hecho de que Trump va ahora a su segundo término en la Presidencia, lo hace particularmente peligroso en cuanto a decisiones que pueda tomar se refiere. Como ya no tiene incentivos de tener mesura o auto-control pues no se puede volver a reelegir, sus posturas y acciones no serán determinadas por la prudencia o posible manejo de orden. Si eso no lo entendemos en México estaremos cometiendo muchos errores. Las referencias en el gobierno federal de que podrán domarlo, de que todo está bajo control, de que no hay nada de qué preocuparse, son referencias ligeras e inexactas por donde se le vea. Cuidado con minimizar al personaje.
La memoria es flaca, pero en el primer periodo de Trump coincidió con el presidente López Obrador. Ambos populistas se entendieron muy bien. El Sr. Trump exigió el muro humano contra migrantes y en México se desplazaron 28,000 soldados a la frontera sur. A cambio de ello se permitió a López Obrador cometer cuantos abusos y errores se pudieron imaginar con tal de dar gusto a su símil del norte de la frontera. Pero ahora la situación es distinta. Trump busca una mayor agresión a México en cuanto a temas migratorios, económicos, seguridad y laboral se refiere. Y en ese contexto la presidenta Sheinbaum tiene un margen de maniobra mucho más limitado, empezando por la simple y sencilla razón de que las finanzas públicas mexicanas no permiten muchos más errores de definición económica puesto que López Obrador dilapidó todos los ahorros, fondos y fideicomisos que toleraban desvíos presupuestales. No es lo mismo ser borracho que cantinero.
Por esto se anticipan tensiones muy importantes entre los gobiernos de ambos países (y ahora incluso Canadá que ha dejado claro que para ellos la prioridad es Estados Unidos y su vinculación bilateral, pues no descartan el que en la estructura comercial se pudiera dejar fuera a México). México tiene una serie de definiciones importantes para lograr un resultado razonable en las negociaciones que ya están en curso con el Sr. Trump. El recurrente ahora presidente de Estados Unidos vive la vida a través de negociaciones. Para él el mundo es binario y hay que entenderlo así. El periodo formal de revisión del T-MEC para 2026 de hecho ya inicia desde ahora. La definición de los temas que se van a discutir representa quizá el punto más importante a tomar en cuenta en lo que se tiene que decidir en las semanas y meses por venir.
México debe maximizar el uso de argumentos de peso para quitarse del simplismo prevaleciente entre varios sectores en Estados Unidos de ser un enemigo de algunas industrias, sobre todo por lo que hace a la relación con China. México debe ser apreciado como lo que es, un aliado estratégico con el que se tiene la principal relación comercial entre ambas naciones. Un aliado con el que hay una integración industrial, de servicios y de logística que hace casi imposible pensar en un rompimiento sin que salgan muy lesionadas todas las partes involucradas. Es un gran dilema si se parte de bases equivocadas, pero se pueden abrir grandes oportunidades si se negocia con inteligencia y sabiendo los temas en que se pueda ceder, y áreas en que no se debe dar espacio porque no habría límites a lo que nos lleguen a solicitar.
La amenaza de imposición de aranceles por aseveraciones del Sr. Trump es claramente una postura violatoria del T-MEC y México lo puede reclamar al considerar la forma de detener tales abusos. Sin embargo, para exigir el cumplimiento del T-MEC, México requiere cumplir con sus disposiciones. La extinción de organismos constitucionales autónomos, en particular el caso del IFT, constituye una violación a obligaciones asumidas en el propio T-MEC. Esta inconsistencia del gobierno mexicano puede tener un efecto muy preocupante en el proceso de negociación pues se reclamarán las incongruencias de nuestro país en el proceso. Cuidado con estos temas.
A diferencia de su predecesor, la presidenta Sheinbaum debe ser muy cuidadosa en su relación con el Sr. Trump. Si piensa que habrá deferencia como la que tuvo con el Sr. López Obrador se equivoca. México es una parte frágil políticamente hablando. Paradójicamente es un populista en Estados Unidos quien puede meter en cintura a su homóloga en México porque para él las estrategias de polarización, de simplificación de problemas, de culpar a otros por problemas propios, de no dar resultados palpables, y en general de tener otros datos, es la forma de operar en el día a día. Por lo tanto, es literalmente la sopa de su propio chocolate. Frente a Trump los argumentos populistas del gobierno mexicano son absolutamente inútiles, y teniendo el vecino el sartén por el mango, la situación es de pronóstico reservado. Es un escenario tétrico si no se actúa con inteligencia, equipo y estrategia sofisticada. Hasta ahora eso no ha sido visible. Ojalá nos sorprendan pronto la presidenta y su equipo.
P.D.1. La definición de quienes sean los nuevos Embajadores de México en Washington y de Estados Unidos en la Ciudad de México es una cuestión fundamental. Es claro que los responsables de la agenda binacional en cada capital en el extranjero pueden afectar en forma importante el desempeño final de todo el proceso a venir. Hay que tener profesionales de la diplomacia y de conocimiento de políticas públicas con capacidad de atender temas individuales para no contaminar las agendas con distintas materias.
P.D.2. Hablando de designaciones hay que cuidar mucho el equipo de negociación comercial que integre México. Esperemos no se opte por un criterio ideológico en tener el grupo que habrá de tener que lidiar con un conjunto muy sofisticado y experimentado en el caso de Estados Unidos y Canadá. Si el gobierno mexicano va a decidir, como se hace en muchos otros frentes, por idoneidad ideológica o sumisión incondicional, vamos a enfrentar serias desventajas. México tiene un caudal importante de negociadores y no habría que marginarse de sus servicios por el simple hecho de que trabajaron en otras administraciones de distintos colores partidistas.
P.D.3. Un tema crítico para México es que no se pueden seguir desmantelando las instituciones y la presencia en foros internacionales. En el caso de la relación con Estados Unidos pasó todo el sexenio previo sin que se hubiera invertido un solo peso en la generación de asesoría profesional en cabildeo y relacionamiento en el Congreso Federal en Washington. Sin esa visibilidad y presencia es imposible tener aliados en el lugar donde en gran medida se deciden los puntos torales de la relación binacional. Un ahorro estéril frente a lo que pierde México por estar ausente en el Capitolio.
P.D. 4. Es de pena ajena la manera en que se incrementó en forma artificial el número de participantes en la convocatoria para participar en el concurso para el reemplazo de jueces. Lo que es un proceso totalmente innecesario y absurdo se sigue empañando con improvisación y desaseo bochornoso. Lo que mal empieza, mal acaba. Nada bueno puede salir de este ejercicio simplemente revanchista, destructor y estúpido.
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Notas del editor: Juan Francisco Torres Landa es miembro del Consejo Directivo de UNE México y de la red de Unid@s. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.