Muy poco o nada se puede festejar cuando el arranque de un proceso está metido en un cortejo fúnebre. Complicado sentirse bien de un inicio cuando aún la pena por los abusos y decesos recientes son dominantes. Imposible apreciar un ánimo celebratorio cuando es claro que ni siquiera los incondicionales del actual gobierno recién inaugurado pueden presumir algo bueno de los recientes pasos de destrucción irracional.
#ColumnaInvitada | Mal se inicia con un velorio
Así es como apreciamos la realidad nacional en torno a la nueva administración que arranca la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo (CSP). Es evidente que hay un hito muy importante como es el hecho de que sea por primera vez una mujer quien encabece el gobierno federal, pero ni siquiera ese hecho está siendo laureado por propios y ajenos. Y no lo es porque existe en el fondo una profunda desconfianza respecto a si CSP será una persona que pueda cortarse el cordón umbilical del anterior presidente o si, como muchos sostenemos, en esta época tendremos un nuevo episodio de concentración de poder en que a la vieja usanza Callista, la persona que se desempeña como presidenta vive en un lugar, pero el que realmente gobierna está en otro lado.
Dice nuestro buen amigo Guadalupe Acosta Naranjo que en los hechos CSP ha jurado cumplir y convertirse más bien en una vicepresidenta, pues los controles de mando los conserva el anterior presidente. Nuevamente en los hechos no parece haber duda de qué es lo que está realmente sucediendo. Basta ver que en la práctica el gabinete es mayoritariamente integrado por personas que ya estaban en el anterior equipo o que son claramente dominados por el presidente saliente. CSP tiene las manos atadas.
Evidentemente que nuestros mejores deseos son que CSP encabece un gobierno de alta competitividad, de programas y políticas públicas rentables, con un gran sentido de unidad nacional, y con un foco en lo que realmente importa para que al país le vaya bien en todo. Quien no va a querer que México prospere y que la aún enorme deuda social se pueda pagar para que lleguemos a condiciones reales de igualdad en todos los rubros. El problema es que para que todas estas condiciones se concreten no bastan declaraciones o narrativa, se requieren hechos y definiciones contundentes.
Y es que con los pies en la tierra, lo que es un hecho es que el sexenio que recién concluyó, de un amplio sentido y vocación destructora, terminó en las últimas semanas a tambor batiente con la bola de acero para derribar lo que encontrare a su paso. El caso concreto es el de la infame reforma al poder judicial que no ha hecho sino catalizar la venganza personal de AMLO contra quienes osaron contradecirlo, aunque de paso se llevara consigo una de las columnas principales de la democracia. Por ello las críticas no han parado, y salvo los adeptos incondicionales, no hay quien sugiera o sostenga que hay alguna buena razón de que se sostenga esta pésima idea.
De hecho se avecina una muy complicada zona de turbulencia por las complicaciones internacionales que significa la seria crítica de distintos países y agrupaciones mundiales que han expresado su consternación por la dilución en la independencia judicial y la autonomía de los jueces. Y es que lo que hicieron a nivel nacional colisiona directamente con las obligaciones asumidas en distintos instrumentos internacionales, provocando así una muy seria preocupación y convulsión de que se haya trastocado el balance y equilibrio al que México se comprometió en el ámbito supranacional.
En ese contexto de preocupaciones falta agregar las reformas ya aprobadas igualmente en cuanto a militarización de la seguridad púbica se refiere, otro retroceso fundamental en que se sigue apostando a una fórmula perdedora y que solamente traerá grandes problemas por el hecho de que se sigue concentrando poder en torno a quien se desempeñe como titular del Ejecutivo Federal. Falta por ver si se atreven a incorporar otras píldoras letales para la convivencia democrática y la existencia de contrapesos como lo pueden ser las ideas de ampliar el catálogo de delitos que implican prisión preventiva oficiosa y la desaparición de la absoluta mayoría de organismos constitucionales autónomos. Lo peor de todo es que son heridas auto infligidas. Como dirían en mi pueblo, ¿pero qué necesidad?
Para estos efectos hay que llamarle a las cosas por su verdadero nombre. Lo que estamos viendo en los hechos es la forma en que nuestros derechos y libertades se siguen minando y socavando. El famoso cambio de régimen en el que han insistido no es algo figurado. Quieren hacer del sistema democrático (que aunque en construcción y mejorable, iba por buen camino), uno que sea de corte autoritario y que eventualmente se convierta en un sistema dictatorial (con el aval del voto comprado y cooptado del “pueblo bueno”).
Por esto es que a pesar de que lo lógico sería celebrar la llegada de un nuevo gobierno, en los hechos estamos metidos en un terrible velorio institucional y por ello toca a la ciudadanía formular los espacios para un nuevo oxígeno democrático y evitar la consolidación de la tiranía de un partido que pretende ser hegemónico y que no tiene mesura o racionalidad alguna. La concentración del poder se ha convertido en su única misión, y convertir al país en un cementerio (en todas sus acepciones) su única misión. Nuevamente el llamado a que seamos nosotros los pobladores del país los que evitemos tan nefasto destino.
No cabe el desánimo. La misión tiránica no puede consolidarse si en los hechos se le detiene con un pueblo determinado en defender sus derechos y libertades. Aunque reclamen haber recibido 35 millones de votos, en un país de 130 millones de habitantes somos muchos más los que no coincidimos con la actual agenda y habremos de evitar el que siga la debacle nacional. Aún y cuando ya gobierna CSP, ahora está a prueba. Veamos si tiene la capacidad de cortarse el cordón umbilical y evitar que el velorio nacional continúe. Al tiempo.
P.D.1. Aunque las plumas pagadas e incondicionales pretenden alabar el saldo del sexenio con referencias al incremento del salario y las consecuencias de los programas sociales, el hecho está que las cifras en temas torales como salud, educación, seguridad, justicia, vivienda, turismo, transporte y economía en general, entre otros, hace evidente que el periodo de gobierno sea reprobado con contundencia como nefasto y regresivo.
P.D.2. Un tema que merece una columna por sí misma, en el hecho de que hoy tengamos un número cada vez mayor de suspensiones judiciales no cumplidas. Esto es gravísimo porque el solo hecho de que existan autoridades administrativas o legislativas que desacaten una orden judicial y que tales hechos no traigan consigo serias consecuencias significa que hemos dado un paso al abismo de no contar con un verdadero Estado de Derecho. Esto es gravísimo y no lo podemos normalizar.
P.D.3. Otro tema que no es viable aceptar o tolerar, es que se nos diga y sean evidentes los distintos pactos de gobierno con la delincuencia organizada. La descomposición social y riesgos estructurales son mayúsculos y no podemos seguir pensando que es normal, cómico o simpático que las autoridades tengan acuerdos con la delincuencia en distintos niveles y geografías. Aunque para los funcionarios y autoridades exista una rentabilidad electoral o beneficios económicos, en los hechos se está entregando el país a los que hacen del mal su modus vivendi. Así no.
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Notas del editor: Juan Francisco Torres Landa es miembro del Consejo Directivo de UNE México y de la red de Unid@s. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.