Esta dinámica revela una hipocresía política y debilita la representación justa en el Congreso, afectando la legitimidad del sistema electoral. Es necesario revisar el marco legal para corregir estas distorsiones y asegurar que el Congreso refleje de manera fiel la voluntad popular.
Estás trampas que han hecho todos los partidos políticos grandes, como lo fueron el PAN o PRI en su momento, fueron creadas en la reforma de 1996 y hasta ahora no se había pegado el grito en el cielo, como ahora ellos lo hacen.
La reciente ratificación del Tribunal Electoral sobre la sobrerrepresentación en la Cámara de Diputados ha vuelto a poner en evidencia los problemas del sistema electoral mexicano.
A pesar de los esfuerzos por limitar la sobrerrepresentación, las coaliciones continúan utilizando estrategias que les permiten eludir estos límites, logrando una representación desproporcionada en el Congreso. Este fenómeno, que favorece a las coaliciones mayoritarias y perjudica a las minorías, amenaza la equidad en la representación política.
La falta de acción del Tribunal para implementar medidas correctivas sugiere una preocupante erosión de los mecanismos de control que deberían asegurar una representación justa.
Las coaliciones electorales, al agrupar partidos con diferentes niveles de apoyo popular, logran amplificar su presencia en el Congreso, superando el porcentaje de votos que realmente obtuvieron. Este fenómeno no es nuevo; ha sido recurrente en elecciones pasadas, como en 2015, 2018, y más recientemente en 2024. El problema radica en que este tipo de sobrerrepresentación socava la legitimidad del proceso democrático, ya que las coaliciones pueden obtener mayorías legislativas sin contar con el respaldo proporcional de la ciudadanía.
A puñaladas iguales, llorar es cobardía
La interpretación actual del artículo 54 constitucional, que permite una sobrerrepresentación de hasta ocho puntos porcentuales, ha sido utilizada de manera estratégica para fortalecer a las coaliciones en el Congreso. Esto no solo distorsiona la representación, sino que también crea incentivos perversos para la formación de coaliciones no necesariamente basadas en afinidades ideológicas, sino en la maximización de escaños.
El caso de Movimiento Ciudadano, que obtuvo 11.6% del voto pero solo 5.4% de los asientos, ilustra claramente la subrepresentación que sufren los partidos fuera de estas grandes coaliciones. Pero las reglas estaban escritas desde antes de las elecciones y todos sabíamos que esto podía ocurrir si la coalición de Morena arrasaba, como finalmente lo logró.
Si el Tribunal no actúa para corregir estas distorsiones en el futuro, el riesgo es que la sobrerrepresentación se convierta en una norma, permanente e imposible de modificar; debilitando aún más la pluralidad en el Congreso.