A principios de semana, Grupo Fórmula difundió la entrevista que Héctor Martínez, “El Bart”, concedió a Saskia Niño de Rivera para su podcast “Penitencia”, y quien se encuentra en el penal de Santa Martha por tentativa de homicidio en contra del periodista Ciro Gómez Leyva. La conversación nos deja ver una de las motivaciones que llevan a las personas al crimen y la violencia como forma de vida: la búsqueda de una actividad profesional que permita la inclusión a un grupo y el reconocimiento social.
Sí al uso inteligente de la Guardia Nacional y a impedir trayectorias delictivas
Sin lugar a dudas, el desafío principal para Claudia Sheinbaum en materia de seguridad pública será contrarrestar el control territorial del crimen organizado, el cual, después de las elecciones, es muy probable que haya incrementado mediante el ejercicio de la violencia política, que dejó un saldo de 899 víctimas. Para eso, es necesario que la Guardia Nacional encabece una política de neutralización de los generadores de violencia y desarticulación de las estructuras operativas del crimen organizado con base en inteligencia, pero pienso que también se requiere visión de largo plazo y comenzar a reducir las asimetrías sociales con enfoque de prevención social del crimen.
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Desde esta perspectiva, la evidencia que se puede obtener de testimonios como los de “El Bart” son cruciales para formular políticas que logren interrumpir carreras delictivas de alto impacto, que nutren las filas del crimen organizado, desde sus bases operativas hasta sus nodos centrales de toma de decisiones. Para mi tesis doctoral tuve la oportunidad de entrevistar a varias personas dedicadas al robo a transeúnte en la Ciudad de México. Muchas de ellas, miembros activos del crimen organizado. De acuerdo con esa investigación hay varios momentos disruptivos en la vida de una persona que pueden llevar a la consolidación de una carrera delictiva. Aquí comparto tres de forma resumida.
El primero es la socialización con personas que practican valores delictivos. Este tipo de asociaciones rompen la estabilidad de la vida “tradicional” al propiciar la transición al mundo criminal a partir de la transferencia de motivaciones y técnicas para cometer delitos (el crimen es entendido como un empleo que requiere profesionalización). Las motivaciones no siempre tienen que ver con la búsqueda de dinero o bienes materiales, sino también con lograr la pertenencia a un grupo o el reconocimiento social que no se obtiene de ámbitos como la familia o la escuela.
Si la socialización no se interrumpe, entonces las motivaciones delictivas buscan concretarse. El segundo momento disruptivo es la comisión del primer delito. Usualmente, delitos cotidianos como robos a transeúnte porque en palabras de los entrevistados “son los más fáciles”. A veces basta con cometer dichos delitos para satisfacer las motivaciones delictivas, pero en otros casos éstas se amplían.
Cuando los individuos buscan mayor reconocimiento social y ampliar de manera paralela su estatus económico suelen expandir sus redes delictivas y pueden experimentar un tercer momento disruptivo: contactar con estructuras criminales. Una vez establecido el contacto inicia la comisión de delitos de alto impacto social, desde el narcomenudeo hasta el asesinato. La frecuencia con la que se cometen dichos eventos permite el ascenso en la carrera delictiva.
Por supuesto, no existe un curso de vida único asociado a las trayectorias criminales y son muchos los factores que propician los momentos disruptivos; por ejemplo, la permisividad del núcleo familiar, la disponibilidad de redes criminales en los barrios o la corrupción policial y la falta de capacidades institucionales en materia de prevención y procuración de justicia. También es cierto que la actividad criminal no siempre es una elección.
Coincido con varios analistas en que la llegada de Claudia Sheinbaum y el nombramiento de Omar García Harfuch como secretario de Seguridad y Protección Ciudadana representan una oportunidad de cambio en materia de seguridad pública. Quizá, la última oportunidad antes de que el control territorial del crimen organizado sea completamente irreversible. Hay buenos motivos para pensarlo. La disminución del crimen urbano (robos) en la CDMX puede estar vinculada a la política pública basada en la inteligencia policial. Esto indica la existencia de capacidades técnicas y voluntad de acción en la nueva presidenta y su secretario de seguridad.
Sin embargo, en la CDMX la reducción del homicidio doloso continúa ameritando revisiones rigurosas y se registró un incremento del narcomenudeo y las extorsiones. Para reducir el crimen violento también es imprescindible que las competencias técnicas y la voluntad de acción se fortalezcan todavía más en el ámbito de la prevención social buscando la interrupción de cientos de carreras delictivas como las de “El Bart”. Hay evidencia disponible para hacerlo. Sin visión de largo plazo no habrá proceso de pacificación en México.
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Nota del editor: Armando Vargas (@BaVargash) es Doctor en Ciencia Política, profesor universitario y consultor especializado en (in)seguridad pública y riesgo político en Integralia Consultores (@Integralia_Mx). Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.