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Ahora sí, ¿adiós al PRI?

Vaya paradoja: quizá nunca antes había existido un líder nacional tan poderoso dentro el PRI; pero, al mismo tiempo, el Partido Revolucionario Institucional jamás había sido tan débil.
mar 09 julio 2024 06:06 AM
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Hay quienes retratan a Alejandro Moreno como un político de poca monta, sin talento ni importancia. Se equivocan: Alito cuenta con una enorme habilidad política. Es maquiavélico, astuto, sabe tejer alianzas y negociar o emplear la fuerza dependiendo la situación, considera Jacques Coste.

El pasado fin de semana, se celebró la Asamblea Nacional del PRI. En ella, el Partido Revolucionario Institucional aprobó cambios a sus estatutos para permitir la reelección de Alejandro Moreno como líder nacional de esta fuerza política.

Como acto de protesta, no acudieron al encuentro figuras muy importantes para el priismo nacional, como, por ejemplo, los expresidentes del partido Manlio Fabio Beltrones, Beatriz Paredes y Dulce María Sauri, ni tampoco Carlos Aceves del Olmo, dirigente nacional de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), que es el bastión más importante del sindicalismo priista. Por tanto, sin oposición y entre vítores, se aprobaron estas reformas que afianzarán el dominio que Alejandro Moreno y su camarilla ejercen sobre el PRI.

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La conclusión del encuentro es que el PRI ya es el partido de Alejandro Moreno. Punto. No hay más. Vaya paradoja: quizá nunca antes había existido un líder nacional tan poderoso dentro el PRI; pero, al mismo tiempo, el Partido Revolucionario Institucional jamás había sido tan débil.

Digo que nunca antes había existido un líder nacional tan poderoso porque, cuando el PRI era gobierno, el presidente de la República era el líder fáctico del PRI, por lo que el dirigente del partido era una figura importante y poderosa, pero casi siempre era un hombre de confianza de Los Pinos, no un liderazgos independiente. Por otra parte, en los años en que gobernó el PAN, los líderes del PRI eran muy poderosos, pero no contaban con el control total de las estructuras del partido a niveles nacional y local, elemento con el que sí cuenta Alito hoy en día.

Hay quienes retratan a Alejandro Moreno como un político de poca monta, sin talento ni importancia. Se equivocan: Alito cuenta con una enorme habilidad política. Es maquiavélico, astuto, sabe tejer alianzas y negociar o emplear la fuerza dependiendo la situación.

Sin embargo, Moreno ha utilizado todo ese talento político para su beneficio personal y el de su grupo político. Ése es el verdadero problema. Alito no juega para nadie; juega para sí mismo. Por eso, el PAN y el PRD se equivocaron terriblemente al firmar un pacto con él y, por el mismo motivo, el Frente Cívico, Unid@s y ese puñado de organizaciones que se erigieron como representantes de la “sociedad civil independiente” cometieron un error aún más catastrófico y absurdo al impulsar una alianza con el PRI de Moreno.

Los resultados están a la vista de todos: un desempeño electoral desastroso tanto a nivel federal como en el ámbito local y una frágil alianza política en el Poder Legislativo que será incapaz de fungir como contrapeso frente a Morena.

No obstante, mientras el panismo está envuelto en rencillas internas, el PRD está desapareciendo y la “sociedad civil” se está lamentando, Moreno está riendo y celebrando, pues, pese a que su partido obtuvo el peor resultado electoral de su historia, él es el líder total y absoluto de esa fuerza política, que si bien está disminuida, no es irrelevante en cuestiones de presupuesto y presencia territorial, lo que le permitirá a Alito seguir enriqueciéndose, haciendo negocios y vendiendo favores políticos, al tiempo de conservar su poder político y asegurar la impunidad frente a sus tropelías.

Ése es el PRI de Alito, que hoy en día se parece más al Partido Verde de Jorge Emilio Gonzáles, el “Niño Verde”, que al antiguo partido hegemónico, ese partido corporativista, que logró establecer un régimen semi-autoritario duradero y efectivo para mantener la gobernabilidad y la estabilidad en el país, al tiempo de impulsar una portentosa política de industrialización, desarrollo económico y una política más limitada, pero aún así importante, de bienestar social.

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En 1995, Gabriel Zaid publicaba Adiós al PRI, un compilado de sus ensayos políticos, en los que pregonaba por la salida del Partido Revolucionario Institucional de Los Pinos por medio de elecciones limpias y libres. A partir de ese momento, elección tras elección, decenas de analistas han pronosticado la paulatina muerte del PRI. Después de todo, si los dinosaurios se extinguieron, ¿acaso no le espera también al partido tricolor —el partido de los dinosaurios políticos— ese mismo destino?

Hoy, ese destino parece más cerca que nunca; sin embargo, arriesgo aquí otra alternativa: todavía es muy temprano para despedirnos del PRI, para decirle “adiós” al otrora partido hegemónico. Bajo el liderazgo de Moreno, quien sólo ve al partido como un vehículo para seguir ejecutando su visión de la política como un negocio, el PRI se convertirá en la clásica fuerza política mexicana que obtiene cinco o siete puntos porcentuales cada elección, conserva algunas curules en el Congreso, algunos municipios y quizá algún estado; y con las prerrogativas, el presupuesto público, las redes de contactos y los votos legislativos que ello implica, Alito seguirá traficando influencias, vendiendo favores, castigando rivales y asegurando impunidad para sus leales.

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Nota del editor: Jacques Coste ( @jacquescoste94 ) es internacionalista, historiador, consultor político y autor del libro Derechos humanos y política en México: La reforma constitucional de 2011 en perspectiva histórica (Instituto Mora y Tirant lo Blanch, 2022). Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

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