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#ColumnaInvitada | ¡No tiene que suceder!

Ahora que ya estamos en época de campañas formales, el momento ha llegado para contrastar las ideas, entender los alcances de las propuestas y definir las rutas reales planteadas para nuestro futuro.
mar 12 marzo 2024 05:59 AM
#ColumnaInvitada | ¡No tiene que suceder!
Lo que dice el presidente no tiene que suceder, su tiempo ya se acabó. Ahora vienen tiempos mejores a base de fomentar la unidad y la prosperidad igualitaria. No dudemos que la fuerza ciudadana escribirá una página histórica el 2 de junio, señala Juan Francisco Torres Landa.

Dicen que chango viejo no aprende trucos nuevos. También se dice que no es lo mismo ser borracho que cantinero. Ambos refranes nos recuerdan bastante bien lo que el actual presidente y su partido han sido y pretenden seguir aplicando al país. Su diseño para la nación es bastante clara, visible y preocupante. Pretenden regresarnos varias décadas a la época de un partido hegemónico en que las libertades se restringían, las instituciones no existían, la oposición era desconocida, las minorías eran oprimidas, y en general la voluntad de una sola persona conducía al país sin que nada ni nadie se pudiera oponer. No exagero un ápice, esto exactamente es lo que pretenden imponernos, por las buenas o por las malas. Para eso quieren el poder y ahora le llaman “continuidad”.

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Bajo el sofista argumento de descalificación con el uso de la terminología de “conservadores” o “neoliberales”, el presidente pretende avasallar a cualquiera que ose diferir de sus puntos de vista u opiniones sobre cualquier tema. Como él se asume como alguien que conoce y domina todos los rubros en política, economía, educación, salud y demás cuestiones (evidenciando en realidad su profundo desprecio por la ciencia, la pericia, los datos duros, y equipos sofisticados), no acepta en sus colaboradores sino personas que sean aceptadores incondicionales de sus ocurrencias y disparates. Con esa ligereza se ha conducido el país por más de cinco años. Es un milagro que no estemos en las ruinas (aunque varios de los cimientos básicos de la nación están bastante endebles). El país es generoso a tal nivel que aún con un gobierno tan negligente se ha podido sobrevivir, pero no podemos pensar que eso sea perenne. Las nubes en el horizonte son reales y cada vez más preocupantes. Los riesgos son reales.

Cuando este gobierno entró en funciones se le entregaron diversas bolsas presupuestales de reservas, fondos, fideicomisos y ahorros. A base de aplicarlos en numerosos despropósitos, el numerario disponible que se debería haber aplicado a fines productivos, eficientes y prioritarios, hoy ya no está a la mano. Esto ha provocado que este año hayan planteado un presupuesto de 7 billones de pesos (el más alto de la historia), del cual 2 billones de pesos son deuda neta (con una aplicación muy dudosa y absolutamente discrecional en un año electoral). Por ello el gobierno que tome posesión el 1 de octubre de 2024 se va a encontrar un desfalco brutal, endeudamiento histórico, poco o nulo margen presupuestal, y una apremiante necesidad de ir por una reforma fiscal para hacer frente a las imperantes necesidades del país. Menudo lío al que nos enfrentaremos.

Por si lo anterior no fuera suficiente, nuevamente por no gobernar con sofisticación y sentido común, el plazo para hacer frente a la “bola de nieve” que representan el tema de pensiones ya no admite aplazamiento. O se le aborda con pericia actuarial o estaremos en un par de años ante la imposibilidad de pagar las mismas sin afectar el funcionamiento básico del gobierno federal. Ya nadie podrá seguir demorando la adopción de decisiones complicadas pero necesarias si no se quiere detonar un problema de proporciones épicas e incluso generadoras de inestabilidad social. Aquí no caben otros datos. O se actúa o se detona el problema.

Otra bomba que está a punto de explotar es Pemex pues la forma en que se ha administrado ha sido brutalmente negligente. Por un lado se decidió invertir en el negocio que es deficitario como es el caso de la refinación, y se debilitó el que podía representar una válvula de ingresos que es la producción de crudo (directamente o beneficiándose de la inversión de particulares que correrían el riesgo de exploración y Pemex podría cobrar regalías por la producción). El resultado es que se ha tenido que apalancar aún más, reducir su patrimonio y convertirse en la petrolera más endeudada del mundo. Ha sido además una aspiradora de fondos públicos y ni así mejora su condición. Tiene una deuda galopante frente a acreedores a los que no les ha pagado en años, y así se enfila a una hecatombe financiera. De hecho de no ser por el respaldo financiero del gobierno federal la paraestatal ya estaría en proceso de concurso mercantil pues en quiebra técnica se encuentra ya. Y como ha sucedido tristemente en el caso de la CFE, en lugar de controlar los abusos, se han profundizado las excesivas prevendas de los sindicatos respectivos. A cambio de favores electorales se sacrifica al país y se vulneran las finanzas públicas.

El panorama no es nada halagador porque precisamente la fiesta de la irresponsabilidad ha llegado a su límite. Destacan problemas que ya hemos abordado en entregas previas como son la militarización de tareas y la complicidad y tolerancia con la delincuencia organizada. Y para encubrir todo, el presidente y Morena pretenden aplicar la misma fórmula que en el Estado de México, engañar al electorado con encuestas fantasiosas que hablan de una ventaja abismal de su candidata para provocar una baja participación el 2 de junio y así permitir que junto con mapaches, servidores de la nación, organizaciones criminales y abusos presupuestales se imponga una victoria a todas luces improbable e indeseable.

Afortunadamente la ciudadanía ha despertado y no volverá a caer en ese error y engaños (los mexiquenses se lamentan todos los días al saberse tan mal gobernados). Ese destino de mayores daños y erosión en libertades no se debe dar ni permitir. El peligro de tener seis años más un gobierno de destrucción no se puede desestimar. El peligro debe extinguirse con la participación masiva de ciudadanía libre, informada y comprometida con un México que puede y tiene que llegar a evolucionar al futuro para dar condiciones de real progreso. Es totalmente posible hacer que en México se abatan los rezagos que claramente no han permitido que todos los sectores sociales aspiren y logren una mejora en calidad de vida. Si bien es cierto esas diferencias son indeseables, la forma de eliminarlas no es con improvisación y populismo estéril. Ya basta de simulaciones. Sí es posible un México mejor en que tengamos piso parejo y desarrollo real.

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Así es que ahora que ya estamos en la época de campañas formales el momento ha llegado para contrastar las ideas, entender los alcances de las propuestas, definir las rutas reales planteadas para nuestro futuro. En ese proceso debe quedar claro que Morena no es imbatible, que su candidata no tiene los méritos para gobernar al país, y que no estamos en una ruta en que exista un destino manifiesto de color guinda. Por el contrario, el momento es de entusiasmo ante la real posibilidad de que una candidata de origen ciudadano y que ha sabido salir adelante de retos formidables, habrá de ganar la elección con solvencia, se rodeará de un equipo potente y plural, encabezará por primera vez un gobierno de coalición, fortalecerá y respetará instituciones, y dará plena vigencia al Estado de Derecho y la División de Poderes.

Por ello decimos con convicción que lo que dice el presidente no tiene que suceder. Su tiempo ya se acabó. Ahora vienen tiempos mejores a base de fomentar la unidad y la prosperidad igualitaria. No dudemos que la fuerza ciudadana escribirá una página histórica el 2 de junio, una que será indeleble y prevenga otro capítulo de demolición y destrucción como lo es la historia de los últimos cinco años. Nunca más.

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Notas del editor: Juan Francisco Torres Landa es miembro del Consejo Directivo de UNE México y de la red de Unid@s. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

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