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Clases medias y democracia

Es necesario repensar la idea de que las clases medias constituyen, casi por definición, la base social de la democracia.
mié 14 febrero 2024 11:59 PM
Clases medias y democracia
Quizá la mayoría de las preferencias por la alianza opositora provenga de las clases medias; la pregunta, sin embargo, es si la mayoría de las clases medias de veras prefiere a la oposición... o si terminará decantándose por el oficialismo, apunta Carlos Bravo Regidor.

En diciembre y enero pasados, Xóchitl Gálvez parecía estar relanzando su campaña en función de un prometedor discurso en el que trataba de hablarle a las clases medias mexicanas. En contraste con la hostilidad que López Obrador ha desplegado en su contra, sobre todo a partir de la segunda mitad de su sexenio, la de Gálvez era una prometedora reivindicación del “aspiracionismo”: no resignarse, no rendirse, no renunciar a ese inconfundible anhelo de movilidad social tan característico de la cultura clasemediera en México. La candidata de la alianza opositora no les hablaba a las clases medias acomodadas, a esas que en rigor habría que llamar “clases altas que no saben reconocerse como tales” (pues un hogar que ingresa 40,000 pesos al mes o más se ubica en el decil superior, es decir, entre el 10% más rico de la población); les hablaba, en todo caso, a las clases medias más vulnerables y numerosas, a aquellas cuyos hogares ganan entre 11,000 y 39,000 pesos mensuales y que son alrededor del 60% de la población (del decil IV al IX, digamos, redondeando a pesos corrientes del 2022).

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En otro apunte me ocupé de lo que, según mi análisis, podía ser la mejor versión posible de esa apuesta. Aquí quiero centrarme en otro aspecto, relacionado pero distinto: la creencia de que las clases medias constituyen, casi por definición, la base social “natural” de la democracia. Es una creencia muy vieja, susceptible de ser rastreada hasta Aristóteles, pero también muy actual, que todavía ejerce una poderosa influencia lo mismo entre estudiosos que entre estrategas de la política. La idea es, básicamente, la siguiente: el desarrollo económico produce mejores niveles de ingreso y más años de escolaridad promedio; eso, a su vez, se traduce en la consolidación de valores cívicos basados en la tolerancia, el respeto a las derechos, la rendición de cuentas, el escrutinio público, el imperio de la ley, en fin, que con el tiempo se vuelven el fundamento de los arreglos institucionales que distinguen a los regímenes democráticos: elecciones libres y limpias, prensa libre, tribunales independientes, etcétera. Así ocurrió, efectivamente, en distintos momentos en varios países de Europa y en Estados Unidos.

Sucede, no obstante, que a lo largo de la historia las clases medias también se han caracterizado por ser un fuerza adversa al riesgo, muy partidaria del orden y la estabilidad entendidos como condiciones favorables para mantener su posición –sobre todo si es precaria, se encuentra o la perciben amenazada-- y defender sus intereses. No es una casualidad que gobiernos de “hombres fuertes” como el de Mussolini en Italia o el de Hitler en Alemania, que dictaduras militares como la de Pinochet en Chile o Videla en Argentina, sistemas de partido hegemónico como el del PRI en México o varios de los regímenes autoritarios de la órbita postcomunista, hayan encontrado fuentes de apoyo importantes entre sus respectivas clases medias. Dependiendo del contexto, si perciben que resulta más benéfico para ellas, las clases medias pueden preferir el autoritarismo que la democracia –lo admitan en esos términos o no–.

Desde luego, las clases medias no son homogéneas ni monolíticas, tienen diferencias y tensiones internas. Pero, en términos generales, su comportamiento político responde a patrones y tendencias más o menos reconocibles. En el caso mexicano, hay quienes insisten en plantear que el dilema de la elección en 2024 es entre la democracia (Xóchitl Gálvez) o el autoritarismo (Claudia Sheinbaum), asumiendo todavía que las clases medias mexicanas se inclinarán mayoritariamente por la primera (o que verán la candidatura opositora bajo esa luz). Quizá la mayoría de las preferencias por la alianza opositora provenga de las clases medias; la pregunta, sin embargo, es si la mayoría de las clases medias de veras prefiere a la oposición... o si terminará decantándose por el oficialismo.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor. Síguelo en la red X como @carlosbravoreg

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