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#ColumnaInvitada | Los muertos hablan

Tristemente estamos ya sin lugar a duda en el sexenio con el mayor número de muertos desde que estas cifras se miden en los últimos 30 años.
mié 13 diciembre 2023 05:00 AM
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Se han registrado más de 167,000 homicidios dolosos en lo que va del sexenio, apunta Juan Francisco Torres Landa.

Parecería un absurdo o el título de una película de ciencia ficción. Pero en realidad es una reflexión obligada en función de lo que pasa en el país en estos momentos de tan alta convulsión y secuencias de violencia desbordada. Tristemente estamos ya sin lugar a duda en el sexenio con el mayor número de muertos desde que estas cifras se miden en los últimos 30 años. Aquí no hay otros datos o lecturas, nunca en un periodo similar se habían dado tantos decesos como en esta administración. Punto.

Si la cifra de pérdida de vidas atribuibles a la violencia es apabullante y dolorosa (tan solo más de 167,000 homicidios dolosos en lo que va del sexenio), lo es más cuando a eso agregamos otros tantos muertos que no se pueden olvidar o minimizar. Veamos los rubros. De entrada me refiero a los más de 800,000 muertos en el curso de la pandemia de Covid-19 que son producto directo del negligente actuar de este gobierno – un número de decesos que se pudo haber reducido en un 60 a 70% si se compara con lo que hicieron otros países latinoamericanos (para no compararnos con grandes potencias económicas y evitar discusiones bizantinas).

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También tenemos a las personas que han desaparecido y de las cuales tenemos más de 115,000 que, a la fecha, no se conocen en la gran mayoría de los casos qué pasó o dónde están estos compatriotas. Alguien podría decir que no toda esa cifra corresponde a este sexenio, pero lo que es cierto es que sí ha crecido mucho más, pues casi la mitad de dicha suma se generó en los últimos cinco años, y las autoridades actuales no muestran interés alguno en reducir el impacto; si acaso en querer maquillar o adulterar la contabilidad. Mientras tanto, vemos a miles y miles de familias que han sido impactadas por la ausencia y desconocimiento del paradero de sus seres queridos. Una enorme tragedia que no se puede medir fácilmente, pues es un dolor infinito sin sanación posible al no tener siquiera la oportunidad de dar digna sepultura al ser querido cuyo paradero se ignora.

Igualmente se debe referir el caso cruzado de fosas comunes. Un tema de enorme impacto porque por un lado puede ser parte de las personas que se presumen desaparecidas y que al hacer pruebas ADN se pueden identificar finalmente y cruzar contra bases de datos. Pero lo cierto es que se siguen encontrando a quienes se habían perdido y de repente surgen entre osamentas y huesos esparcidos en múltiples lugares sin controles. Esas fosas comunes no son sino la prueba viviente de la impunidad con la que operan las bandas de delincuencia organizada, que al no temer represalia alguna por sus acciones, proceden a ejecutar a sus rivales y depositar los restos en sus hechuras de cementerios privados. Una muestra de lesa humanidad y falta del más mínimo respeto a la dignidad esencial. También una señal inequívoca de cómo los delincuentes gozan de protección por ser aliados electorales de los gobiernos morenistas. La población que vive expuesta y bajo riesgo de muerte que ni se queje, pues hay temas más importantes en materia de rentabilidad electoral. Ante dicha prioridad, para Morena no hay razón de proteger a la población del flagelo criminal.

Otro tanto de estos datos fúnebres los encontramos entre las personas que quedaron marginados de la cobertura del sistema público de salud. Bien sea porque salieron de la protección del seguro popular, porque ya no recibieron los tratamientos oncológicos necesarios, porque las medicinas para atender su enfermedad fueron recortadas en el sistema público sanitario, o porque no fueron programadas oportunamente las cirugías o tratamientos requeridos para sostener su vida. Como sea hay varios miles de personas cuyas vidas se han perdido merced de un gobierno que priorizó los caprichos por encima de las más elementales necesidades de la población como son la protección de la integridad corporal y la vida.

En un acto más de desprecio, en Guerrero, ante la tragedia del impacto del meteoro Otis, no solamente abandonaron a los pobladores a su suerte y luego declararon la extinción de la emergencia prematuramente, sino que además nuevamente quisieron minimizar las muertes diciendo que solamente unas 49 personas perecieron cuando en realidad, tan solo con base en datos en funerarias, se sabe que fueron más de 300 personas, y con base en desaparecidos y cadáveres en putrefacción la cifra real importa probablemente miles más, muchos que están en lugares abandonados y en embarcaciones hundidas.

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Lo malo de todos estos sucesos es que el gobierno en turno no solamente ha querido que no nos quejemos de sus atropellos e insensateces. Ahora más bien buscan que se haga caso omiso de los temas en comento porque quieren simplemente evadir el reclamo público de sus miserables decisiones. Han probado ser unos indolentes en el más amplio sentido de la palabra al no sentir dolor ajeno. Han querido que se olvide el legado de mortandad de tantas malas decisiones, y eso no puede pasar.

Por eso proponemos que los muertos hablen, y que lo hagan a través de todas las personas que relacionadas con las mismas puedan demostrar su descontento y lo hagan en todas las formas y expresiones cívicas posibles, incluyendo evidentemente el que acudan a los comicios el 2 de junio de 2024 a demostrar su rechazo con quienes tan mal gobierno han encabezado y optando por una nueva vía en una alternancia democrática muy necesaria y urgente para evitar que nos sigamos llenando de cadáveres y muerte en el país. Así es que demostremos que los muertos sí hablan, y lo harán con contundencia y determinación. La cita está clara y los objetivos también. Y no nos confundamos, pues hay una sola opción para enrutar democráticamente al país en la dirección correcta. Nada de continuidad en la destrucción, ni ofertas improvisadas de advenedizos mediáticos, solamente con Xóchitl podremos evitar que la mortandad se siga multiplicando. Manos a la obra.

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Notas del editor: Juan Francisco Torres Landa es miembro del Consejo Directivo de UNE México y de la red de Unid@s. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

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