Hay cosas en la vida diaria que no apreciamos porque las damos por sentadas. No se siente su valor porque son invisibles y asumimos que siempre las podemos tener. El ejemplo más obvio de esta descripción es el oxígeno que respiramos todos los días. Ahí está y sin embargo, si se nos priva, aunque sea por tan solo unos segundos, el efecto es brutal porque amenaza nuestra existencia. Guardadas proporciones, algo similar ocurre en el caso de que se nos margine de la actuación de jueces.
#ColumnaInvitada | Oxígeno judicial
Debemos ser muy cautos y reflexionar con cuidado respecto de lo que está sucediendo a nuestro alrededor antes de que nos encontremos faltos de arie para respirar justicia. El caso concreto es el ataque permanente y obstinado contra nuestros jueces por parte del presidente y Morena. Lo que está de por medio es nada más y nada menos que nuestra existencia civilizada. Porque los cimientos de cualquier régimen que se jacte de mínimamente democrático requiere de pesos y contrapesos judiciales. La única forma de frenar abusos desde el poder y no ser vejados es con la intervención de jueces. De la misma manera, solamente se pueden resolver controversias entre particulares en forma pacífica con un juez que determine la mejor forma de equilibrar las pretensiones y expectativas de las partes. Sin ese actuar y talento lo que sigue es la barbarie.
Ahora sucede que como el gobierno en turno no asimila nada que se parezca a una objeción o control a sus excesos, ha montado una campaña para ir en contra de ministros y jueces en lo particular, y del Poder Judicial en lo general. No solo han pretendido desacreditar a quienes han adoptado resoluciones que limitan a autoridades que han excedido los límites constitucionales de su actuación, sino que además han incursionado en la vil estrategia de proponer la reducción de sus fondos de operación y ahora más recientemente ir contra los Fideicomisos de Reservas Laborales de los trabajadores del Poder Judicial.
Estamos frente a un ataque despreciable por intimidar a los miembros del Poder Judicial para que no sigan ejerciendo sus facultades por limitar a quienes no respetan la Constitución. Lo que el presidente y Morena pretenden es que frente a sus decisiones nadie ose pararse en frente y limitar sus caprichos. Es como si estuvieran montados en el desprecio institucional y lo hicieran con total desparpajo porque ahora quieren debilitar a los impartidores de justicia, no solamente quitándoles el dinero, sino además amenazando quitarles fondeo de sus pensiones y otros derechos laborales. O se arrodillan o los aniquilamos, nos dicen con sus acciones la caterva de atacantes de nuestro sistema de equilibrio de poderes.
Pero lo más grave es que se diga que el atacar a los jueces y al poder judicial sea algo bueno para el país. Que se atrevan a señalar que el reducir sus recursos derivará en mejor justicia para todos. Que siquiera indiquen que la forma de reducir la impunidad es diluyendo la capacidad de quienes nos deben proteger de los excesos. Y no dudan en decirlo como parte de su narrativa de engaños al pueblo para caer en su trampa populista y absurda.
En realidad lo que ocurre es que estamos en la vía evidente de un patrón de conducta de quienes solamente pretenden acumular poder, destruir contrapesos, y empujar la ruta hacia una autocracia cada vez más evidente. Lo cierto es que hay que levantar el velo para saber lo que realmente están haciendo y ponen en riesgo. Si tan solo revisamos cómo se actúa en el Poder Legislativo en que las mayorías simples de ambas Cámaras actúan como meras oficialías de parte de lo que anhela el Ejecutivo, nos daremos cuenta del porqué del enojo de que los jueces en general y la Suprema Corte en particular no se arrodillen ante su alteza serenísima. Ese es el verdadero meollo del asunto. El tema es no contradecir a quien se siente intocable y que pronto dejará ya el poder como corresponde. A esa partida le teme mucho porque se sabe débil y no quiere que alguien lo juzgue en el futuro para reclamarle todos los daños inferidos al país en su gestión.
Por si lo anterior no fuera poco, ahora con absoluto desprecio por la más elemental lógica de independencia y profesionalización, nos dicen con todas sus letras que quieren que el electorado les otorgue las mayorías calificadas en ambas Cámaras del Congreso de la Unión para reformar la Constitución en septiembre de 2024 a efecto de que los jueces sean electos (y se ataque además la autonomía del INE). Imaginemos el despropósito de que personas sin experiencia o capacidad sean electas para responder a los intereses de quienes patrocinen sus campañas y los sujeten económicamente. Es la forma de desollar al Poder Judicial de un plumazo. Eso nos aventaría al hoyo más grande de destrucción institucional, solamente semejante a lo que ha pasado en países como Cuba y Venezuela. No estamos exagerando un ápice. Por el contrario, no llamar la atención ahora nos aventaría al rincón de la complicidad cobarde.
Y entonces sale a la luz que todo esto tiene otro componente común como lo es la delincuencia organizada. Porque con la posibilidad de influir en la elección de jueces, y con un Poder Judicial sin presupuesto suficiente, a los que administran justicia se les vulnerará sin remuneraciones, sin equipos de seguridad, y sin solvencia para su desempeño. Una verdadera trampa perversa para destruir nuestra tranquilidad y posibilidad de que se detengan los abusos. En el fondo esta vertiente contra jueces es parte de la fase final de un matrimonio absurdo y grave entre el gobierno federal y sus aliados delincuentes.
Por todo lo anterior la ciudadanía no puede permanecer ajena a la discusión respectiva. Debemos salir a la defensa de todo el Poder Judicial antes de que nos demos cuenta que no podemos sobrevivir a esta andanada de populismo que amenaza cada vez más la normalidad democrática en nuestro país. Preparémonos para resistir lo que quieren hacer y pensemos muy bien la forma de dar la batalla por México. La exigencia hacia todas las fuerzas legislativas es de parar esta sin razón y no pasen a la historia como los homicidas de nuestra incipiente democracia. El tiempo apremia y no debemos dejar que nos sigan pisoteando. Debemos abrir los ojos ahora antes de que sea demasiado tarde y la asfixia por falta de oxígeno judicial sea mortal.
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Notas del editor: Juan Francisco Torres Landa es miembro del Consejo Directivo de UNE México y de la red de Unid@s. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.