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La inteligencia artificial y la democracia

Con las redes sociales, ya no existe un gran público; más bien, hay muchos micropúblicos. Los algoritmos promueven que los usuarios sólo consuman la información que concuerda con sus opiniones.
mié 06 diciembre 2023 06:10 AM
redes sociales y elecciones
Las elecciones se han modifiacado en la era de las redes sociales.

Esta semana tuve el honor de participar con una ponencia en la Cumbre de la Democracia Electoral, auspiciada por el INE, la OEA y otras instituciones, a quienes agradezco por su generosa invitación. A continuación, comparto un resumen de mi ponencia, que tuvo como eje temático “Las autoridades electorales frente a las redes sociales, la inteligencia artificial y la desinformación”.

Las redes sociales ocasionaron cuatro grandes cambios a la democracia:

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1. Pulverizaron la esfera pública e intensificaron la polarización. Los medios tradicionales se encargaban de acercar información y análisis sobre el acontecer político a los ciudadanos. Es cierto que esa información y ese análisis estaban mediados por las posiciones políticas y las decisiones editoriales de los medios de comunicación; pero también es verdad que éstos ejercían ciertos controles sobre las noticias que publicaban, las cuales debían tener, al menos, cierto sustento en la realidad y un mínimo de rigor periodístico. Si bien cada lector elegía su periódico favorito, la discusión pública se hacía en persona: en cafés, en cantinas, en parques o en la plaza pública. Así, los ciudadanos tenían acceso a un abanico amplio de opiniones sobre los acontecimientos políticos y se veían obligados a intercambiar puntos de vista con personas que pensaban distinto. Además, que la discusión pública fuera en persona, y no detrás de la pantalla de un teléfono celular, favorecía la civilidad en el diálogo. Con las redes sociales, esto dejó de ocurrir. Ya no existe un gran público. Más bien, hay muchos micropúblicos. Los algoritmos promueven que los usuarios sólo consuman la información que concuerda con sus opiniones, por lo que los ciudadanos tan sólo reafirman sus posturas políticas cada que ingresan a las redes sociales.

2. Facilitaron la desinformación. Si bien los medios narraban o analizaban los hechos de acuerdo con sus posiciones políticas o editoriales, al menos esos hechos tenían sustento en la realidad. Hoy, esto no es así. En las redes sociales, cualquier usuario puede publicar información falsa, y millones de otros usuarios pueden difundir esa información. Para las personas, el criterio de veracidad de la información ya no es si se trata de hechos verificados. Más bien, si las publicaciones embonan con las posiciones políticas de las personas, entonces eso basta para compartirlas.

3. Impulsaron la posverdad, que es un fenómeno contemporáneo en el que las opiniones pesan más que los hechos. Es decir, la realidad concreta pasa a segundo plano y las subjetividades pasan a primer plano. En el mundo de las redes sociales, cada quien cree lo que quiere creer.

4. Promovieron la política de las emociones. El nivel del debate público ha caído considerablemente con las redes sociales. La política, como los seres humanos, siempre ha estado compuesta por emoción y razón; por pasiones e ideas. No obstante, la irrupción de las redes sociales ha disminuido el peso de las ideas y ha elevado la importancia de las emociones en la política. Que las emociones tengan cierto peso en la democracia está bien. Es natural y es saludable, siempre y cuando estén mediadas por la razón. Hoy, hay mucho corazón, mucho hígado y muy poca cabeza en la discusión pública.

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La inteligencia artificial tiene el potencial de intensificar y acelerar todos estos cambios. Especialmente, profundizará la dinámica de la posverdad, pues será cada vez más difícil distinguir lo que es real de lo que es falso.

¿Qué puede hacer el INE ante esta situación en el corto plazo? Propongo tres acciones concretas:

1) Educación digital: aprovechar la gran legitimidad ciudadana del INE para organizar campañas que fomenten los buenos hábitos para consumir y difundir información en las redes sociales (por ejemplo, sólo compartir información verificada). Es irreal pensar que todos los usuarios de redes sociales llevarán a cabo estas tareas, pero mientras más gente lo haga, mejor. Eso servirá para contener los ciclos de desinformación.

2) Verificación: en todo el mundo han surgido plataformas de verificación que toman las noticias que circulan en redes sociales y las declaraciones de los políticos para analizar si son ciertas o no, recurriendo a las herramientas del periodismo profesional. En épocas electorales, las autoridades electorales pueden firmar convenios de colaboración con este tipo de plataformas para realizar un esfuerzo conjunto para chequear la información que se difunde en las campañas, y así dotar a los ciudadanos de herramientas para combatir la desinformación.

3) Esfuerzos trasnacionales para regular la inteligencia artificial y enfrentar de modo conjunto los retos democráticos: lo ideal sería que, para participar en estos foros, México formara una comisión especial, en la que se incluyera a miembros de distintas dependencias del gobierno, del Congreso y de organismos públicos autónomos, principalmente el INE (por las implicaciones de la inteligencia artificial para la democracia y las elecciones). Ojalá el próximo gobierno de México entienda que no existen soluciones nacionales para problemas globales. Y ojalá también comprenda la importancia de incluir al INE en estos esfuerzos.

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Agradezco a Hugo Garciamarín por sus comentarios sobre el tema de los micropúblicos.
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Nota del editor: Jacques Coste (@jacquescoste94) es internacionalista, historiador, consultor político y autor del libro Derechos humanos y política en México: La reforma constitucional de 2011 en perspectiva histórica (Instituto Mora y Tirant lo Blanch, 2022).

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