La LGBTfobia se enmascara en cuestionamientos hacia la identidad u orientación sexual; lamentar la muerte, pero no respetar el derecho a la autodeterminación, reflejado en la negativa a emplear pronombres neutros favorece los discursos transexcluyentes.
Baena, únique en su vestimenta y con su abanico con los colores LGBT, se identificaba como no binarie, y en la defensa de sus derechos fue le primere en muchos aspectos: en tener un registro de nacimiento con esa categoría en Coahuila; en conseguir una credencial de elector con una X en el apartado “sexo”, en lugar de las tradicionales M o H, y en tomar protesta como magistrade del Tribunal Electoral de Aguascalientes.
Su muerte coloca en el centro de atención el estigma prevaleciente sobre la comunidad LGBT y expresiones discriminatorias normalizadas y verbalizadas desde redes sociales, aunque son el reflejo de una forma de pensar urgente de erradicar.
En el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México diseñamos el TRANSviolentómetro, una herramienta para identificar hasta 24 niveles de violencia LGBTfóbica —aunque pueden ser muchas más—, desde las burlas hasta el transfeminicidio.
La narrativa de odio es el comienzo de una cadena discriminatoria con riesgos letales. Los datos de la Comisión de Derechos Humanos de la capital nacional muestran la magnitud y son un poderoso recordatorio de los desafíos a enfrentar: 649 transfeminicidios en México entre 2008 y septiembre de 2022; 13 en los primeros seis meses de este año.
En pleno siglo XXI, en una sociedad que se dice progresista, persisten evidencias de conductas estructurales machistas, ocultas en el anonimato de las redes o cobijadas por pensamientos homofóbicos.