Tiene razón Sheinbaum al expresar, con voz temblorosa, su preocupación. La posible existencia de una fuerza opositora dentro del partido que la postula para ocupar la presidencia de la República constituye el germen no sólo de azarosas negociaciones, sino también de la más dura fuente de cuestionamientos en la gestión gubernamental, ya que inevitablemente la fortaleza de la corriente en ascensión crecerá al descalificar a la facción que se encuentra en posesión del mando.
Las negociaciones de marras comprenderán la integración de listas a candidatos a senadores y diputados; las designaciones de los titulares de las secretarías de estado, así como los puestos clave de operación y funcionamiento de la Administración Pública Federal, que abarcan a Petróleos Mexicanos, la Comisión Federal de Electricidad y a un buen número de organismos autónomos. En la política nacional el pago en especie se hace con cargos y puestos que brindan un sueldo y la capacidad de generar nombramientos. La factura llegará.
De forma que las manifestaciones y reprobación que escuchamos en torno a la existencia de una segunda fuerza, dolida y resentida por lo que dice fue un proceso plagado de irregularidades, carecen de efecto unificador, y, por el contrario, confirman la existencia de vencedores y vencidos que han decidido dormir con su enemigo.
López Obrador sabe que la permanencia de Marcelo Ebrard en el partido en el poder, lejos de fortalecer a la candidata, la debilita, dado que representa una coyuntural cuña que apretará ahí donde duele. Al igual que aquel, Ebrard impulsará su causa expresando lo que habría pasado, y lo que no, de haber sido ungido en el cuestionado proceso. Abrirá paso a su candidatura dejando claro los temas, asuntos y problemas que él habría sorteado o superado de mejor manera, cuando Sheinbaum los enfrente deficiente o insuficientemente.
Al haber enfrentado disputas y sin sabores en el PRD, el actual mandatario decidió formar un nuevo partido, en el que no hubiera figura alguna que le hiciera sombra, uno en el que no existiera quien pudiera objetar sus decisiones, más que partido, construyó un culto en torno a su figura. Morena era un partido que tenía un líder claro, indisputable e intocable, en tanto que el partido que acompañará a la entrante ya cuenta con agentes alternantes y vías de inconformidad.
Los órganos internos del Morena hoy integran una estructura monolítica, la cual irá desgajándose en el tiempo, al no recibir todos, equitativamente, los provechos y beneficios de estar en el poder. En política se mira hacia adelante, se acompaña a quien construye una opción para alcanzar el poder. Esto es, la permanencia de Ebrard entraña crear un partido dentro del partido oficial, mismo que ha declarado, desde ahora, su objetivo político, no siendo éste el profesar ciega lealtad a quien se levantó con el bastón de mando.
Lo ocurrido entre Calles y Cárdenas, o lo acontecido entre Camacho y Colosio, no resulta comparable, dado que el actual presidente cuenta con un instrumento que asegura que no será desconocido por quien ha impulsado para sucederle. No tendrá que ponerse en huelga de hambre como Salinas, ni será desterrado como el fundador del PRI. La revocación de mandato, en manos de un sujeto como el saliente, permite hacer valer el capital político acumulado, así como, de ser necesario, resucitar y poner en acción al movimiento que le siguiera, a grado de poder adelantar el proceso comicial, dando una segunda oportunidad al que hoy decidió no romper, quien, desde ahora, tiene una sola misión, apoderarse del partido.
Sheinbaum, al inicio de su gobierno, tiene dos opciones, una es admitir que es rehén de una pinza determinante, o bien, alcanzar un acuerdo con las fuerzas políticas para modificar el precepto que rige la revocación de mandato. En esa cruzada tendrá como principal valladar al propio Marcelo. Se trata de un segundo al bat, que espera a que ponchen, o camine, quien se encuentra en la almohadilla.
Las más peligrosas rupturas son aquellas que no se declaran y que operan soterradamente en la oscuridad de la falsa lealtad. El mejor ejemplo lo pone la sonriente resignación de Monreal quien, al haber sido relegado, se apoderó de la delegación Cuauhtémoc a las calladas. A la fecha le faltan puestos en Zacatecas, o le sobran parientes y, sin romper, ha sabido impedir que aquella entidad sea efectivamente morenista. Hasta el residente de palacio ya lo entendió.
Se equivocan quienes piensen que el proceso de elección interno de Morena ha sido terso. En realidad, el temor que tienen al creador del culto supera toda posible inconformidad, al menos pública y frontal. Los efectos de las candidaturas impuestas desde el centro no serán ostensibles sino hasta bien entradas las campañas. Será otra vez evidente que a los políticos no hay que creerles lo que dicen, sino lo que hacen.
