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T-MEC. Ni aquí, ni allá, ni acullá

Hoy nadie puede negar que el TLCAN y el T-MEC han traído muchas más cosas positivas que negativas, no solo económicamente sino en el ámbito social y cultural a nuestras tres sociedades.
lun 29 mayo 2023 06:02 AM
Retos para que México aproveche el T-MEC
Estamos en un momento altamente delicado de la relación trilateral, y de especial alerta sobre la implementación y cumplimiento que los tres gobiernos están dando al T-MEC, señala Don Porfirio Salinas.

El Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá es el instrumento que le da base a la relación económica entre estos tres países. Base que se cimentó desde principios de los años 90, cuando el presidente Salinas visionariamente negoció el entonces Tratado de Libre Comercio de América del Norte, TLCAN.

Con el TLCAN, se inició la idea de los tres países como una sola región, donde se impulsara la integración de cadenas y de industrias, para desarrollar competitividad compartida que permitiera hacer frente a la competencia mundial por inversiones, productos y servicios.

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México había dejado el sistema de sustitución de importaciones en 1982, por lo que era un jugador relativamente nuevo en el escenario internacional.

El TLCAN trajo grandes beneficios a México. Todo un mundo de productos para los mexicanos, a mejores precios y de mayor calidad. Pero sobre todo, la oportunidad histórica de empleos calificados bien remunerados, y la posibilidad de una nueva etapa de crecimiento y desarrollo.

A Estados Unidos le generó la posibilidad de tener costos más competitivos de producción, y con ello mejorar no solo los precios de productos para su mercado doméstico sino también su capacidad de competir en mejores condiciones con los mercados mundiales.

Y a Canadá, que ya contaba con un Acuerdo Bilateral con Estados Unidos, le permitió mejorar las condiciones de comercio entre ambos países, al tiempo que logró acceso a un mercado importante como México, y a también mejorar sus capacidades de producción y de competencial global.

En los 30 años que hemos tenido el TLCAN, y ahora el T-MEC, la región ha tenido logros que superaron las expectativas. La industria automotriz de hoy puede llamarse la insignia de estos tratados. Es la industria que más se integró en la región, incluso siendo ejemplo mundial de integración.

Esto ha generado una industria norteamericana mucho más sólida y boyante. Tanto, que no solo las tres grandes armadoras estadounidenses aprovecharon las condiciones, todas las armadoras más importantes del mundo supieron montarse en esta ola, en beneficio de la industria global.

Por supuesto, hubo sectores que no se beneficiaron de igual manera, pero en buena medida fue ya sea por falta de políticas de impulso, o por cerrazón de ellos mismos para adaptarse y crecer.

Hoy nadie puede negar que el TLCAN y el T-MEC han traído muchas más cosas positivas que negativas, no solo económicamente sino en el ámbito social y cultural a nuestras tres sociedades.

Sin embargo, estamos en un momento altamente delicado de la relación trilateral, y de especial alerta sobre la implementación y cumplimiento que los tres gobiernos están dando al T-MEC.

Este tema salió a relucir de manera importante en la reciente Cumbre de Negocios de América del Norte. Encuentro de ato nivel realizado hace un par de semanas en Washington con representantes empresariales de los tres países.

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Un seguimiento al encuentro realizado en enero pasado en México, en el marco de la Cumbre de Líderes de América del Norte. Primera vez que se incluye un componente empresarial en este encuentro entre gobiernos.

En esta sesión de Washington, los empresariados de los tres países expresaron preocupaciones importantes sobre la falta de cumplimiento de los tres gobiernos al tratado, que están vulnerándolo como el instrumento de certidumbre legal y de inversiones que debe ser.

Y las preocupaciones son reales. Los tres países han tenido violaciones sistemáticas al T-MEC desde su entrada en vigor en julio de 2020. O, en el mejor de los casos, algunos abusos de interpretación.

El T-MEC incorporó novedosos mecanismos de solución de controversias que lo hicieron más sólido que el TLCAN en este sentido. Lamentablemente, los gobiernos no están respetando del todo estos mecanismos por el trasfondo populista de sus políticas públicas.

Lo más grave es que esta displicencia trilateral hacia el tratado está afectando a los sectores económicos fundamentales de la región, como el automotriz, el energético y el agropecuario.

Las violaciones de México han sido más que visibles. Las anacrónicas políticas energéticas que hoy nos tienen en un proceso formal de consultas con Estados Unidos y Canadá, la inexplicable prohibición de maíz genéticamente modificado, que está a punto de convertirse en panel con Estados Unidos, entre otros.

Pero también Estados Unidos las tiene. No han querido acatar la resolución del panel de reglas de origen automotriz, que ganaron México y Canadá el año pasado. Y han abusado del Mecanismo Laboral de Respuesta Rápida, por la cooptación que tienen los grandes sindicatos sobre el gobierno.

Y Canadá tal vez sea la que más ha respetado el acuerdo, aunque persiste la problemática histórica con Estados Unidos por políticas proteccionistas en su sector de lácteos, que está escalando.

El problema es que en los últimos meses parecen mezclarse los tres temas, con la creciente preocupación de que los gobiernos estén negociando de manera turbia para evitarse presiones de los otros en estos aspectos torales de la economía regional.

Hoy, el T-MEC, un instrumento de crecimiento y desarrollo, se ha convertido en un arma política de los tres gobiernos, principalmente Estados Unidos y México, en detrimento del beneficio de millones de familias que dependen del comercio y las cadenas que este tratado ha desarrollado.

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Lo más peligroso es que tanto en México como en Estados Unidos hay elecciones presidenciales en 2024; y Canadá en 2025. Esto implica que difícilmente acatarán las decisiones por ejemplo en reglas de origen automotriz o energía antes, retrasando dos años más el cumplimiento del T-MEC.

En este juego político, los costos económicos serán brutales para la región. Pero, además, se vulnerará el tratado hacia su revisión formal de 2026, cuando habrá resultados amargos de cumplimiento; y una vulnerabilidad política por el uso electoral de este instrumento.

Como América del Norte, no podemos darnos el lujo de arriesgar la base de nuestra relación económica en tiempos convulsos internacionales. Y como México, menos, ya que es la propia base de nuestra economía y desarrollo. Ojalá sepan entenderlo los gobiernos actuales y los entrantes.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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