Un seguimiento al encuentro realizado en enero pasado en México, en el marco de la Cumbre de Líderes de América del Norte. Primera vez que se incluye un componente empresarial en este encuentro entre gobiernos.
En esta sesión de Washington, los empresariados de los tres países expresaron preocupaciones importantes sobre la falta de cumplimiento de los tres gobiernos al tratado, que están vulnerándolo como el instrumento de certidumbre legal y de inversiones que debe ser.
Y las preocupaciones son reales. Los tres países han tenido violaciones sistemáticas al T-MEC desde su entrada en vigor en julio de 2020. O, en el mejor de los casos, algunos abusos de interpretación.
El T-MEC incorporó novedosos mecanismos de solución de controversias que lo hicieron más sólido que el TLCAN en este sentido. Lamentablemente, los gobiernos no están respetando del todo estos mecanismos por el trasfondo populista de sus políticas públicas.
Lo más grave es que esta displicencia trilateral hacia el tratado está afectando a los sectores económicos fundamentales de la región, como el automotriz, el energético y el agropecuario.
Las violaciones de México han sido más que visibles. Las anacrónicas políticas energéticas que hoy nos tienen en un proceso formal de consultas con Estados Unidos y Canadá, la inexplicable prohibición de maíz genéticamente modificado, que está a punto de convertirse en panel con Estados Unidos, entre otros.
Pero también Estados Unidos las tiene. No han querido acatar la resolución del panel de reglas de origen automotriz, que ganaron México y Canadá el año pasado. Y han abusado del Mecanismo Laboral de Respuesta Rápida, por la cooptación que tienen los grandes sindicatos sobre el gobierno.
Y Canadá tal vez sea la que más ha respetado el acuerdo, aunque persiste la problemática histórica con Estados Unidos por políticas proteccionistas en su sector de lácteos, que está escalando.
El problema es que en los últimos meses parecen mezclarse los tres temas, con la creciente preocupación de que los gobiernos estén negociando de manera turbia para evitarse presiones de los otros en estos aspectos torales de la economía regional.
Hoy, el T-MEC, un instrumento de crecimiento y desarrollo, se ha convertido en un arma política de los tres gobiernos, principalmente Estados Unidos y México, en detrimento del beneficio de millones de familias que dependen del comercio y las cadenas que este tratado ha desarrollado.