Publicidad

Síguenos en nuestras redes sociales:

Publicidad

#ColumnaInvitada | El escándalo de Karla Souza

La actriz mexicana se catalogó a sí misma como “mujer de color”, junto con su compañera afrodescendiente, para contrastar la diferencia de salarios que tenían respecto a los hombres blancos de elenco.
mar 02 mayo 2023 06:00 AM
#ColumnaInvitada | El escándalo de Karla Souza
La actriz Karla Souza recibió la Diosa de plata por Mejor Actriz, por la película "La Caída, durante la ceremonia de premiación del XLVIII entrega de las Diosas de Plata por parte del PECIME, el pasado 25 de abril, en el Centro Cultural Teatro 2.

Karla Souza relató en una reciente entrevista los obstáculos que ha tenido que enfrentar como principiante en la industria del cine hollywoodense; específicamente aquellos derivados de su contratación para una serie televisiva, en la que desempeñaba un papel de mujer estereotipada que, como simple “peón”, acompañaba las hazañas de su esposo ingenioso. En dicha entrevista, la actriz y productora mexicana se catalogó a sí misma como “mujer de color”, junto con su compañera afrodescendiente, para contrastar la diferencia de salarios que tenían respecto a los hombres blancos del elenco. Esta declaración desató un debate interesante.

Publicidad

Por un lado, están quienes rechazan que una mujer con las características físicas de la actriz (ciertamente de tez “blanca” y ojos claros), pueda ser considerada una persona de color. Ello, estiman, afecta negativamente a la verdadera lucha contra la ‘racialización’. Desde esta perspectiva, una mujer de tez blanca no puede, ni debe, abanderar una discriminación por raza.

En el otro extremo están quienes afirman que ser persona latina, sobre todo en el mercado estadounidense, sigue siendo un factor de discriminación; y ello debe ser combatido por los movimientos que exigen igualdad racial.

Si no se toma partido de manera reactiva en la discusión, se advierte que los dos grupos están demandando igualdad y un trato no discriminatorio; simplemente hay que tomar distancia, escuchar, empatizar y unir esfuerzos para que el objetivo se cumpla.

El inicio de la discusión está en el término “personas de color” y la lucha que ello implica. Dicho calificativo fue inicialmente utilizado -hasta mediados del siglo pasado- en Estados Unidos por los afroamericanos para catalogarse a sí mismos, pero desde entonces ha evolucionado para abarcar a todos los grupos raciales que no son blancos. En la actualidad, dentro del construccionismo social, se entiende que los grupos raciales y étnicos son realidades, más que biológicamente dadas, socialmente creadas. Esto es, la identidad étnica se construye tanto con la identificación interna, como con la adscripción externa (Nagel, 1996). Así, es válido afirmar que las personas mexicanas y/o latinas que habitan el país vecino del norte, puedan ser identificadas como personas de color.

No obstante, las personas blancas tienen un alto grado de elección sobre su identidad étnica, pues tienen más margen de decisión sobre la identidad particular que quieran resaltar (Waters, 1990). Así, factores como el color de piel, el nivel socio-económico, la zona demográfica, los rasgos culturales, entre otros, pueden afectar la percepción que la sociedad tiene de estos grupos, concediéndoles acceso a un nivel de privilegio que generalmente está reservado exclusivamente a las personas blancas; privilegio conocido como “white-passing” y que permite que “los blancos” pasen “desapercibidos”, esto es, sin discriminación. Desde esta perspectiva, Karla Souza, con sus características físicas, sociales y económicas, pareciera que es una mujer privilegiada que podría pasar por una raza blanca que no sufre discriminación alguna. Veamos qué tan cierto es esto.

Apenas el año pasado, el Pew Research Center condujo la Encuesta Nacional de Latinos, en la que 53% de las personas latinas entrevistadas manifestaron haber experimentado discriminación o tratos injustos con motivo de su “raza” o etnia (esto es, sin importar el tono de piel). Sin embargo, si bien no se profundizan los resultados de la encuesta realizada ese año, en el año 2018 el instituto identificó que la discriminación resulta más común para aquellos que a simple vista son percibidos como latinos que aquellos asimilados como blancos.

¿A qué quiero llegar con esto? A que estamos hablando de dos tipos de discriminación, que, aunque se rozan en cierto punto, no podemos identificarlas como un mismo origen. Una es la discriminación racial y otra la de origen étnico. Ambos pueden ser objeto de discriminación o privilegio; en el peor caso, pueden ser doble causa de trato diferenciado -lo que se conoce como discriminación interseccional-. Esto es, la identidad de cada persona se encuentra conformada por distintos rasgos que pueden cruzarse (Kennelly 1999); a veces creando subcategorías con estereotipos concomitantes (Bodenhausen 2010), pues la información que arrojan las características o los roles de cada rasgo puede adquirir nuevos significados cuando se cruza con otras formaciones (Hutter & Crisp 2005). Por ejemplo, la discriminación que una mujer puede sufrir por su género es distinta de aquella que sufre una mujer indígena y diferente a su vez de la de una mujer indígena con alguna discapacidad.

Publicidad

En el caso de Karla, ser blanca, tener recursos económicos, una apariencia física que cumple con los estándares eurocéntricos de belleza y una situación legal en orden, la ponen en una posición de muchos beneficios, pero también es cierto que ser mujer y latina de primera generación en otro país, implica desventaja frente a otras estructuras de poder. Así funciona la interseccionalidad.

Una posición mayoritariamente privilegiada conlleva la responsabilidad de reconocer que contamos con menos limitaciones, obstáculos y dificultades; de denunciar; de luchar contra la discriminación estructural; y de entender que el lenguaje importa, pues es un elemento esencial en la lucha para entender las desigualdades latentes y nos permite caminar hacia una sociedad en la que todas las personas se sientan respetadas e incluidas.

Así, puedo entender que las declaraciones de la actriz y productora mexicana hayan lastimado a quienes sufren una discriminación por su tono de piel y que estiman que su autoproclamación como “persona de color” puede trivializar o disminuir su lucha. No obstante, pienso que lo que la actriz resaltó fue el trato diferenciado que estaba recibiendo al ser mujer - y además latina-, en una serie de televisión en la que si bien ganaba igual que una compañera afroamericana, percibía menor ingreso al de sus compañeros estadounidenses. Y, desde su privilegio, abrió brecha en esta industria televisiva en la que seguramente seguirán incursionando otras y otros latinos, que se verán beneficiados por este acontecimiento. Con eso, la lucha en favor de la igualdad ganó un episodio y con ello siempre ganamos todos.

_________________

Nota del editor: Alejandra Spitalier es Coordinadora de la ponencia del ministro Arturo Zaldívar. Siguela en Twitter . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.

Publicidad

MGID Recomienda

Newsletter

Los hechos que a la sociedad mexicana nos interesan.

Publicidad

Publicidad