¿Qué es el alfarismo y Movimiento Ciudadano (MC) en Jalisco? Es una interrogante que permitiría justipreciar la coyuntura electoral de 2024. Sobre todo al tener en cuenta que habrá procesos concurrentes en la entidad con el tercer padrón electoral más grande del país. De todas las estrategias de reciclaje de actores políticos que ha tenido la dirigencia nacional de MC encabezada por Dante Delgado, la de Enrique Alfaro tiene mayor fondo. De ahí que se podría sostener que el alfarismo antecede a MC.
#ColumnaInvitada | El alfarismo: neopanismo naranja contra Morena en Jalisco
Se ha dicho de manera irónica que MC en Jalisco se resume en la frase “todos unidos por la nómina”. En este mote hay algo de razón, pero esta argucia narrativa se matiza cuando las facciones y los grupos políticos realmente se aglutinan alrededor del gobernador Alfaro. Bajo la etiqueta de MC, políticos, militantes y simpatizantes no sólo se amalgaman en torno a un individuo, sino que son un movimiento político con un proyecto gubernamental. Aunque cuestionable el proyecto, subrayo esto último, porque hay una idea para resolver los problemas del estado: algo raro en la clase política mexicana que lucha llanamente por posiciones políticas y burocráticas.
El alfarismo ideológicamente es de centro-derecha. Es un “neopanismo naranja” de corte pragmático y empresarial, con atisbos de socialdemocracia cuando diseña e implementa políticas y acciones sustentadas en la diversidad y los derechos humanos de cuarta y quinta generación. De estilo rudo e iracundo, a Alfaro se le reconoce inteligencia política. Nadie como él, llegó a tener el control de muchos espacios del régimen político: la bancada del partido en el Congreso de la Unión; en el ámbito local, el Congreso, ayuntamientos, el Poder Judicial y los organismos constitucionales autónomos. Ni siquiera el exgobernador panista Francisco Ramírez, que tenía el mote de autoritario, lo tuvo.
Los espacios en los que no tuvo dominio constituyen la comunidad política que sostiene al régimen: los medios de comunicación, las organizaciones de la sociedad civil y la ciudadanía en general. Por lo que en estos ámbitos se manifestaron sus fulgores autoritarios. Se evidenciaron los destellos autocráticos que erosionaban la democracia local, pero que se compensaron cuando se mesuró al disiparse su candidatura a la Presidencia de la República o articular un proyecto nacional.
MC en Jalisco es una compleja red de actores y grupos que están debajo, junto o alrededor del partido. No es el simple transfuguismo lo que explica las dinámicas electorales, pues Alfaro pasó por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y MC, en esta última fuerza política con los mejores resultados. Alfaro fue diputado local, luego regidor de Tlajomulco, presidente municipal de este municipio y de la capital del estado, Guadalajara. En la elección de 2012 perdió ante el priista Jorge Aristóteles Sandoval, y reconoció su derrota, lo cual fue bien visto por el electorado al no provocar un conflicto poselectoral.
La respuesta de fondo está en que Alfaro pertenece a la élite tapatía. Ingeniero civil con una maestría en urbanismo por El Colegio de México, e hijo de un exrector de la Universidad de Guadalajara, es un líder respaldado por una camarilla, la cual deviene desde la preparatoria. La camarilla se integra por Clemente Castañeda, Hugo Luna, Ismael del Toro y Omar Bernal, quienes, junto con Enrique Ibarra Pedroza (mentor político), discuten y toman las decisiones trascendentales.
MC a nivel local es una amplia red de grupos con diversas trayectorias. Aquella idea de “todos unidos por la nómina” deja el mote de chascarrillo para asentar que es un conglomerado de actores, facciones y grupos de diverso origen político, económico y social. De lo anterior se desprende que el alfarismo sobresalga antes que MC. De ahí que el movimiento político-gubernamental sitúe al partido como una fuerza emergente con características de franquicia o cascarón.
Un elemento más es que el proyecto alfarista parte de un sentimiento federalista con fuerte peso regionalista. En su proyecto político y gubernamental impera la idea de que “lo nacional se construye desde lo local”. Una diferencia sustantiva con respecto al estado de Nuevo León, es que el proyecto y el desempeño gubernamental condicionan que haya una estructura política.
Por lo pronto, en la próxima elección estarán en pugna dos estructuras político-electorales en Jalisco: una de tipo territorial y neo-corporativa basada en vender resultados y apelar al regionalismo, contra otra que tiene el peso, la fuerza de la Presidencia de la República y el uso de los programas sociales, entiéndase la de Morena.
Pero algo que los datos duros y las tendencias dicen, más allá de la guerra de encuestas acerca de quién va a ganar, es que el electorado de Jalisco fragmenta el poder y con su voto diferenciado condiciona la existencia de gobiernos divididos y yuxtapuestos.
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Nota del editor: Alberto Arellano es profesor e investigador de El Colegio de Jalisco. Integrante de la Asociación Mexicana de Ciencias Políticas (AMECIP). Síguelo en X (@betoarellano14). Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a los autores.