El fentanilo no es una preocupación reciente en América del Norte. La epidemia de opioides sintéticos en Estados Unidos ha durado ya más de un lustro, lo mismo que la alarma por la creciente relevancia del fentanilo como droga preferida de las organizaciones criminales mexicanas. Los políticos mexicanos no pueden fingir demencia: las presiones para encontrar una solución a la crisis vienen de tiempo atrás.
#LaEstampa | La epidemia del fentanilo y la receta de AMLO
En el segundo debate presidencial del 2018, le pregunté a Andrés Manuel López Obrador qué medidas concretas tomaría para controlar la producción y tráfico de opioides en México. López Obrador respondió que la solución al problema era “que haya producción en México de alimentos, que se generen empleos en el país, que haya bienestar en el país y que se termine con el principal problema de México: la corrupción”. En otras palabras, el hombre que sería presidente ofreció, para el muy específico problema del fentanilo, la misma receta que ofrecería para prácticamente todos los desafíos del país.
Era una mala receta entonces y lo sigue siendo ahora.
El problema para López Obrador es que, ya en la presidencia, su receta no ha funcionado para reducir ni la producción ni el tráfico de opioides sintéticos a Estados Unidos. Todo lo contrario. Más allá de lo que diga el gobierno, México es un país productor reconocido de fentanilo. Los precursores químicos podrán llegar desde China, pero la manufactura y la distribución de la droga letal ocurren en México. Y están costando miles de vidas.
Hubiera sido deseable que el López Obrador candidato tuviera una respuesta de verdad específica a un problema que desde entonces ya era de tremenda gravedad. Ahora, que el gobierno de México encuentre una respuesta efectiva al reto ya no es sólo deseable, sino urgente. No hay manera de esconderse tras vaguedades, fingir demencia o ignorancia. El problema existía, existe y seguirá existiendo. Si por la razón que sea se le ignora, crecerá a escalas de verdad peligrosas.
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