Vea usted bien a los criminales en las imágenes del video que ha dado la vuelta al mundo. Es cierto que los criminales tienen prisa en Matamoros. Pero no tienen miedo. Se sienten con la libertad suficiente como para acribillar a inocentes, y luego arrastrarlos, dejando manchas de sangre en el asfalto. Se sienten con la libertad suficiente como para matarlos y dejarlos tirados en una casa en las afueras de Matamoros. Se saben protegidos por la muy probable impunidad.
Que las autoridades estatales y federales hayan resuelto el caso tan rápido es, en el fondo, un pobre consuelo. Solo revela la indefensión de quien no tiene a un gobierno como el estadounidense para presionar por su seguridad y su sano regreso a casa.
La enorme mayoría de los mexicanos desaparecidos en el país está muy lejos de contar con un apoyo similar. En realidad solo pueden contar con el desamparo y la indiferencia.
¿Cuándo se interrumpirá una conferencia de prensa del presidente de México para anunciar que se ha encontrado el paradero de un grupo de mexicanos desaparecidos por el crimen en una ciudad peligrosa del país? ¿Cuándo recibirán nuestras víctimas ese trato? La respuesta la sabemos todos y es dolorosa.
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