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#Oteador | Falsas precampañas

En México cada vez será más difícil ver contiendas abiertas por alguna candidatura, incluidas las presidenciales.
lun 13 febrero 2023 11:59 PM
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En Coahuila y Estado de México las precampañas comenzaron el 14 de enero y concluyeron este 12 de febrero.

¿Qué nivel de democracia interna puede existir en los partidos políticos cuando pululan las precandidaturas únicas? Este domingo concluyó el periodo de precampañas en el Estado de México y Coahuila, pero en ningún partido o aglomeración de partidos hubo competencia, ninguna disputa a lo largo de un mes para alcanzar la candidatura. Se trató de precampañas encubiertas, falsas.

La discusión política, abierta y pública, es inexistente al interior de los partidos mexicanos. La norma es la presencia de precandidaturas solitarias: aspirantes sin aparente oposición, producto de negociaciones previas a los tiempos electorales, sin propuestas contrastantes. Amarres, antes que desboque.

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Una precampaña electoral es el conjunto de actos que desarrollan los partidos, sus militantes y precandidatos de manera previa a la liza electoral, aquella en la que están en juego los cargos de elección popular y por los que luchan las diferentes fuerzas políticas.

Por tanto, en las precampañas se desarrollan reuniones públicas, asambleas, marchas, además de que se emiten escritos, publicaciones, imágenes, grabaciones, proyecciones y todo tipo de expresiones que van dirigidas “a los afiliados, simpatizantes o al electorado en general, con el objetivo de obtener su respaldo para ser postulado como candidato a un cargo de elección popular” (artículo 227, numeral 2, de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales).

Estas etapas duran un máximo de 60 días para el caso de elecciones para presidente de la República, senadores y diputados federales; solo 40 días para el caso de elecciones intermedias. En lo que corresponde a los comicios de gobernador, el artículo 116 constitucional (fracción IV, inciso j) establece que la duración de las campañas será de 60 a 90 días, y que “las precampañas no podrán durar más de las dos terceras partes de las respectivas campañas electorales”.

En Coahuila y Estado de México las precampañas comenzaron el 14 de enero y concluyeron este 12 de febrero: 30 días para decidir algo que ya estaba decidido. Recursos públicos utilizados para posicionar la imagen de las candidaturas ya definidas, no para fomentar la democracia interna.

Precandidatos y precandidatas actúan con la seguridad de la candidatura. Se trata, en los hechos, de una primera parte de las campañas, las cuales comienzan oficialmente los primeros días de abril. Los discursos que se emiten no buscan la reflexión interna, la selección de la mejor opción entre varias, se trata más bien de embates en contra de los adversarios políticos externos. La contienda electoral comenzó hace semanas, entre acusaciones de colocación de espectaculares, acarreos de estudiantes de bachillerato a mítines, entre otras irregularidades.

Delfina Gómez, precandidata de Morena a la gubernatura del Estado de México, destacó en su mensaje de cierre de precampaña que “sé que tenemos la oportunidad de que concluya esa etapa de oscuridad (…) casi 100 años de abandono, corrupción y oscuridad que ha vivido nuestro estado”.

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Por su parte, el cierre de la precandidata de la alianza PAN, PRI y PRD buscó dar un golpe mediático en sus aspiraciones a ganar la gubernatura mexiquense: “¡hoy tomamos Texcoco, y les vamos a ganar la elección!”. Alejandra del Moral no optó por un bastión priista, sino por cerrar la precampaña en el mismo lugar que su contrincante, el propio terruño de Delfina.

En Coahuila no es diferente. La candidatura de Morena se definió hace semanas y derivó en la postulación de uno de los aspirantes, el exsubsecretario de Seguridad Pública Ricardo Mejía, por otro partido, el PT. En el cierre del precandidato único morenista, Armando Guadiana, el mensaje es el mismo: “vamos contra el PRI, el PRI es nuestro enemigo”.

Los partidos han optado por esconder lo más posible sus diferencias, por no discernirlas en procesos amplios de selección de candidaturas, quizá porque consideran que no silenciar las inconformidades les puede traer rendimientos electorales negativos. Temen la guerra sucia de sus rivales, pero más el fuego amigo y sus efectos devastadores.

En México cada vez será más difícil ver contiendas abiertas por alguna candidatura, incluidas las presidenciales. Un partido desesperado por mostrar rasgos democráticos como lo era el PRI en 1999, dio un paso importante al abrir la elección de su candidato a la Presidencia a sus bases. Hubo cuatro precandidatos: Francisco Labastida Ochoa, Roberto Madrazo Pintado, Humberto Roque Villanueva y Manuel Bartlett Díaz. El primero ganó con el 54.8%, el equivalente a 5,337,545 votos; el tabasqueño Madrazo quedó en segundo lugar con el 28.4%, 2,766,866 votos.

Hoy el partido en el poder a nivel federal opta por la encuesta como el mecanismo para legitimar una decisión que parece tomada en favor de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. Se trata de un ejercicio que privilegia la opinión del electorado más que la de los militantes de Morena.

Lo que preocupa es la falta de discusión interna en los partidos políticos, la toma de decisiones verticales, centralistas, la falta de diálogo sobre las propuestas o proyectos que luego deberían ser puestos a consideración de la ciudadanía en las urnas. ¿Puede haber democracia sin partidos democráticos?

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Nota del editor: el autor es politólogo. Doctor en Procesos Políticos. Profesor e investigador en la UCEMICH. Especialista en partidos políticos, elecciones y política gubernamental.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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