Por su parte, el cierre de la precandidata de la alianza PAN, PRI y PRD buscó dar un golpe mediático en sus aspiraciones a ganar la gubernatura mexiquense: “¡hoy tomamos Texcoco, y les vamos a ganar la elección!”. Alejandra del Moral no optó por un bastión priista, sino por cerrar la precampaña en el mismo lugar que su contrincante, el propio terruño de Delfina.
En Coahuila no es diferente. La candidatura de Morena se definió hace semanas y derivó en la postulación de uno de los aspirantes, el exsubsecretario de Seguridad Pública Ricardo Mejía, por otro partido, el PT. En el cierre del precandidato único morenista, Armando Guadiana, el mensaje es el mismo: “vamos contra el PRI, el PRI es nuestro enemigo”.
Los partidos han optado por esconder lo más posible sus diferencias, por no discernirlas en procesos amplios de selección de candidaturas, quizá porque consideran que no silenciar las inconformidades les puede traer rendimientos electorales negativos. Temen la guerra sucia de sus rivales, pero más el fuego amigo y sus efectos devastadores.
En México cada vez será más difícil ver contiendas abiertas por alguna candidatura, incluidas las presidenciales. Un partido desesperado por mostrar rasgos democráticos como lo era el PRI en 1999, dio un paso importante al abrir la elección de su candidato a la Presidencia a sus bases. Hubo cuatro precandidatos: Francisco Labastida Ochoa, Roberto Madrazo Pintado, Humberto Roque Villanueva y Manuel Bartlett Díaz. El primero ganó con el 54.8%, el equivalente a 5,337,545 votos; el tabasqueño Madrazo quedó en segundo lugar con el 28.4%, 2,766,866 votos.
Hoy el partido en el poder a nivel federal opta por la encuesta como el mecanismo para legitimar una decisión que parece tomada en favor de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. Se trata de un ejercicio que privilegia la opinión del electorado más que la de los militantes de Morena.
Lo que preocupa es la falta de discusión interna en los partidos políticos, la toma de decisiones verticales, centralistas, la falta de diálogo sobre las propuestas o proyectos que luego deberían ser puestos a consideración de la ciudadanía en las urnas. ¿Puede haber democracia sin partidos democráticos?
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Nota del editor: el autor es politólogo. Doctor en Procesos Políticos. Profesor e investigador en la UCEMICH. Especialista en partidos políticos, elecciones y política gubernamental.
Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.