Conversan las senadoras Claudia Ruiz Massieu y Beatriz Paredes, por un lado. En el otro, el diputado federal Ildefonso Guajardo y el exsecretario de Turismo Enrique de la Madrid. La primera, sobrina del expresidente Carlos Salinas de Gortari; el último, hijo del también expresidente Miguel de la Madrid Hurtado. Herencias.
En el restaurante Arango se cocina Chileatole rojo con chayote, aguacate, queso Chiapas, mayonesa de habanero y polvo de algas como entrada caliente. Quizá pato confitado con caponata de berenjena y de postre arroz de mentiras con buñuelo. También se cocina un acuerdo para quitar del camino al representante de la nueva generación, Alejandro Moreno Cárdenas: novel desprestigio que se suma al añejo.
El grave problema para el PRI es que apoyar a Morena es una cuestión de sobrevivencia. Si la reforma político-electoral propuesta por el presidente López Obrador tiene todavía posibilidades de ser aprobada antes del 15 de diciembre se debe a esa obligada mancuerna.
El PRI desoye hasta a sus antiguos aliados. Los obispos católicos de México, representados en la Conferencia del Episcopado Mexicano, calificando como regresiva la reforma constitucional en materia electoral del Ejecutivo federal: “más aún, constituye un agravio a la vida democrática del país, reforma destinada a afectar la representación y el equilibrio de las minorías y mayorías, llevando el control de los comicios hacia el ámbito del gobierno federal centralista”.
Hay muchos sorprendidos por los acuerdos entre Morena y el PRI, pero se han dado desde que comenzó este sexenio. En la LXIV Legislatura (2018-2021) las posibilidades de una iniciativa del PRI de ser aprobada en la Cámara de Diputados fueron las mismas que una de Morena: 15.19% y 15.30%, respectivamente. La situación no ha variado en los días que corren.