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#ColumnaInvitada | Jacinda, congruente en las buenas, en las malas y en el adiós

La figura de la primera ministra de Nueva Zelanda es icónica dentro del feminismo por el elevado techo de cristal que hizo añicos; su renuncia no debe verse como una derrota para el movimiento.
lun 23 enero 2023 06:01 AM
La primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, sonríe en una foto previa al Consejo Europeo en Bruselas.
Jacinda Ardern fue electa primera ministra de Nueva Zelanda en 2017. Con solo 37 años de edad en aquel momento se convirtió en la gobernante más joven desde 1856.

“Pero no me voy porque fue difícil. Si ese hubiere sido el caso, …me habría ido dos meses después de comenzar…!”, lanzó la funcionaria, y añadió: “Me voy porque con un papel tan privilegiado viene la responsabilidad. La responsabilidad de saber cuándo eres la persona adecuada para liderar y también cuándo no lo eres”.

Joven, socialdemócrata, progresista, republicana y feminista; así es la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern. Su compromiso con los derechos fundamentales ha sido constante en su carrera; recordemos su etapa parlamentaria en la que votó a favor del matrimonio igualitario y la interrupción legal del embarazo. En octubre de 2017, con apenas 37 años, se convirtió en la mujer más joven de la historia moderna en liderar un país. Dos años más tarde, Sanna Marin haría lo propio en Finlandia al convertirse en mandataria a sus 34 años.

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Tan solo ocho meses después de asumir el cargo, Ardern tuvo a su -hasta ahora- única hija. Durante su embarazo le cuestionaron si tomaría licencia de maternidad; ella contestó que haría lo que cualquier mujer en su estado tenía derecho a hacer. Así, se convirtió en la primera Jefa de Gobierno en la historia que vivió su post parto y maternidad con licencia.

Su ejemplo no quedó ahí. Su gestión al frente de un gobierno ha confirmado -una vez más- que las mujeres podemos ser y hacer lo que queramos. Al respecto, Jacinda ha sido vocal al señalar con toda apertura que la corresponsabilidad en la crianza de su hija, que comparte con su pareja, le ha permitido ejercer sus labores al frente del gobierno sin ningún impedimento y sin tener que asumir el rol de “supermujer” que se espera de las mujeres, en específico de las que somos madres; desafiado así la creencia popular de que la crianza es una labor preponderantemente femenina.

Al sostener un puesto de alto perfil en el que se le ha visto acompañada de su hija en actos públicos, ha resignificado tanto el balance entre la vida personal y laboral, como el estándar de condiciones laborales incluyentes. ¿Cómo olvidar la ola de encabezados de medios internacionales en 2018 cuando la líder neozelandesa atendiera la reunión de la Asamblea General de Naciones Unidas con su bebé en brazos? Jacinda se ha convertido en estandarte de algunos sectores feministas por su determinación de no sacrificar su vida personal por su carrera profesional y viceversa.

Retomando sus logros políticos, debemos destacar que uno de sus mayores aciertos fue el buen manejo de la pandemia sanitaria. Nueva Zelanda fue de los primeros países que -incluso antes de que el COVID causara una primera muerte en su territorio- cerró sus fronteras e impuso una cuarentena obligatoria de cuatro semanas, con lo que se obtuvo notables resultados en salud pública. Otra de las medidas que la mandataria tomó para mostrar solidaridad con quienes vieron mermados sus ingresos durante este drama pandémico, fue la de disminuir su sueldo y el de los ministros de su gabinete un 20%, por un lapso de 20 meses.

En 2019, Ardern enfrentó enérgicamente los ataques realizados por un autoproclamado supremacista blanco contra dos mezquitas, cobrando con ello la vida de más de 50 personas. La mandataria condenó todo crimen de odio y promovió acciones que derivaron en la prohibición de armas semiautomáticas de perfil militar. Al día siguiente del ataque, Jacinda visitó a la comunidad musulmana y exaltó la importancia de la unión y pacificación social; su actitud humanitaria, se destacó internacionalmente.

La primera ministra implementó políticas públicas en materia de protección a la niñez y las familias. Su gabinete impulsó la reducción de la pobreza infantil, la buena alimentación en centros escolares y el pago de energía para los hogares en época invernal. De igual forma, aprobó productos de higiene femenina gratuitos en todos los colegios del país para atajar la “pobreza menstrual” e impedir con ello que las jóvenes pierdan días de escuela, por un ciclo natural que le sucede a la mitad de la población. En materia ambiental, Ardern aprobó la ley con la que Nueva Zelanda avanzará con firmeza hacia un futuro de cero emisiones netas de carbono.

Otro valuarte que nos deja la figura de Jacinda Ardern es su modelo de comunicación política focalizado en el correcto uso de canales digitales para acercarse a la ciudadanía. La ministra y su equipo implementaron una disruptiva campaña de comunicación gubernamental alejada de los viejos estándares acartonados de sus predecesores. La apuesta fue correcta; con mensajes breves, concisos y cercanos, la mandataria pudo dar a conocer su plan de gobierno de forma eficaz a las nuevas generaciones, no solo de su país sino del mundo entero.

Como ejemplo de lo anterior, podemos destacar el video que se hizo viral en redes y medios internacionales, a través del cual Ardern enunció en tiempo récord (dos minutos) los mayores logros de su administración; un magnifico informe de gobierno.

El pasado jueves, Jacinda anunció -para sorpresa de muchos- que dejará su cargo en febrero. Sin embargo, esa decisión, en realidad no resulta tan sorprendente. Me parece completamente congruente con su gestión como servidora pública que, en un balance de su vida personal y profesional, decida no sacrificar su salud mental y su vida personal en favor de su carrera política. Esto, al mismo tiempo que asume con humildad el descontento de una parte importante de la población que ya no apoya a su gobierno.

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Más allá de las implicaciones que esta decisión tiene a un nivel personal, su renuncia resulta un acto de absoluta responsabilidad y deber a la función pública. Indudablemente la figura de Jacinda Arden es icónica dentro del feminismo por el elevado techo de cristal que hizo añicos, pero su renuncia del cargo no debe verse como una derrota para el movimiento.

Las mujeres que logran abrir camino a las demás para ocupar puestos que tradicionalmente han sido del dominio masculino llevan un peso inmenso sobre sus hombros. Deben sortear los múltiples obstáculos y resistencias que esta disrupción del status quo implica; a la vez que asumen una responsabilidad histórica de referente para todas las niñas y mujeres. Gracias a ellas las demás confían en sus propios sueños.

Más que lamentarnos por su partida, hay que celebrar sus múltiples logros y agradecer su congruencia, su honestidad y su loable servicio. Jacinda nos deja claro que reconocer nuestros límites no es un fracaso, sino una virtud.

“A Neve: Mamá está planeando estar ahí para cuando comiences la escuela este año”; “A Clarke: finalmente, casémonos”.

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Nota del editor: Alejandra Spitalier es Coordinadora de la ponencia del ministro Arturo Zaldívar. Siguela en Twitter . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.

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