Somos seres mucho más complejos que solo nuestra vida profesional; somos -entre otros- nuestra salud, espiritualidad, relaciones personales, pasatiempos, desarrollo intelectual y descanso. Sí, también somos descanso.
La importancia del descanso y la regulación de las jornadas laborales son temas que han ocupado a las civilizaciones de todos los tiempos. Son luchas sociales que se reconocen como derechos humanos desde la Declaración Universal, que prevé expresamente que toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas.
La importancia del descanso, incluso, resulta un componente fundamental dentro de algunas de las principales religiones en el mundo. Por mencionar algunas, tanto el judaísmo como el cristianismo y el islam tienen designados días específicos de descanso físico y espiritual.
No obstante, con el avance del capitalismo y la globalización, el derecho al descanso parece ser de aquellas prerrogativas que son cada vez más ignoradas en un afán de enaltecer un esquema de productividad insaciable, alentado por un consumismo frenético.
Somos una “sociedad de rendimiento” que ordena a la población en sistema de resultados como lo son los gimnasios, torres de oficinas, aviones, centros comerciales y laboratorios genéticos. Somos una sociedad que busca aumentar la productividad sin percatarse que con ello también estamos produciendo sujetos deprimidos y fracasados. Somos una sociedad con nuevos males como el “síndrome de desgaste ocupacional”, que no se refiere propiamente a un sujeto agotado sino a un alma quemada. Así, lo que enferma no es el exceso de responsabilidad e iniciativa, sino el mandato incesante de rendimiento (Han, 2010).
El síndrome de desgaste ocupacional o síndrome de burnout es un fenómeno tan presente en el mundo contemporáneo que inclusive ciertos idiomas como el japonés han acuñado términos específicos para hablar de las muertes producidas por el exceso de trabajo o estrés laboral: karoshi. Al respecto, se estima que cada año en Japón mueren alrededor de 5,000 personas por depresión generada por exceso de trabajo (OIT, 2008).
Así, jornadas laborales largas, exceso de funciones, desproporción entre responsabilidades asignadas y sueldos, grandes distancias para trasladarse a los lugares de trabajo y la poca flexibilidad de horarios, dirigen inequívocamente a un desequilibrio entre la vida laboral y personal que está siendo ampliamente cuestionado por las nuevas generaciones. Así, como en muchos otros temas, los jóvenes tienen una visión más sabia de la vida y están haciendo que nos percatemos que no somos lo que producimos; que la vida va más allá del rendimiento profesional; y, que- sin descuidar el desarrollo del proyecto de vida que cada uno elija- debemos vivir con intensidad y con plenitud. Para ello no podemos vivir solamente para el trabajo; nuestro valor y nuestra felicidad no dependen de nuestro éxito profesional o económico.
En nuestro país, el pasado el 27 de diciembre de 2022 se publicó en el Diario Oficial de la Federación una reforma a la Ley Federal del Trabajo en materia de vacaciones. Con esta modificación se estableció que las vacaciones no pueden ser inferiores a 12 días laborables por año, que aumentarán en dos días por año subsecuente de trabajo. Estos días pueden ser distribuidos por la persona trabajadora en el tiempo y forma que lo requiera e incluso disfrutarse de forma continua.