PIRUETISTA
“Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros”. Bajo la justificación de todo depende del cristal con que se mire, el Domador de Palacio tropezó con la política de no intervención y, debido a que quiso pronunciarse tras la destitución de su homólogo peruano Pedro Castillo como mandamás de aquel país, el jefe de la carpa mexicana tuvo que justificar una marometa argumental, pues reconoció que es “un principio fundamental” la “no intervención”, pero que en este caso la “hostilidad” en contra de Castillo lo llevó a tomar decisiones que sirvieron a sus adversarios para lograr su destitución. Es decir, para el jefe de la carpa guinda no hay responsabilidad en el denostado cuando intentó disolver al Parlamento y deslegitimar a las instituciones del Estado. Otro asunto es que no solo le ofreció su respaldo en redes, sino que le dejó la puerta abierta de la Embajada de México en Perú, para evitar las acciones legales. Un detalle que se pasó por alto es que en las leyes de Perú se establece que el presidente puede ser juzgado si traiciona a la patria o disuelve al Parlamento, algo que sí sucedió y que lo pone, de facto, en una figura que violentó la ley.