Desde hace siete años, la escena política en Estados Unidos, sobre todo en el partido republicano, ha estado dominada por la figura de Donald Trump. Al principio, cuando Trump anunció su candidatura en el 2015, no hubo persona en el partido conservador que no se burlara de él o minimizara sus aspiraciones y posibilidades. Apenas un año después, Trump ganaba las elecciones presidenciales y, con ello, las riendas del partido.
Sus antiguos rivales se convirtieron, en un abrir y cerrar de ojos, en dedicados, defensores, sicofantes hasta la ignominia.