Si su reacción hubiera sido entusiasta y positiva, quizá no habría sido noticia.
Pero lo fue porque Shatner confesó haber sentido una profunda tristeza al contemplar la Tierra desde el espacio. O, mejor dicho, el espacio desde los ojos terrestres.
Shatner esperaba encontrar belleza en el vacío del espacio. Lo que encontró, en cambio, fue “la muerte“. El vacío lo aterró. “Oscuro y negro, infinito“, lo describió.
Después, miró hacia la Tierra y, lejos de sentir admiración por la belleza del planeta, dice haber sentido una profunda nostalgia: “Descubrí que la belleza no está allá arriba, sino aquí abajo”, escribió hace poco, refiriéndose a nuestro “pequeño planeta”. Y eso lo hizo sentir una tristeza profunda.
El contraste entre la Tierra y el espacio, y la noción de la fragilidad del planeta y el descuido constante de los seres humanos, lo abrumó.
No mucha gente ha tenido la experiencia de William Shatner. Muy, pero muy pocos, en realidad.