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¿Esa es la revolución de las conciencias?

Los intelectuales orgánicos del obradorismo (si se les puede llamar así) son caricaturistas y paleros, todos ellos con obras modestas, con plumas deslucidas y sin demasiada estatura para el debate.
mié 26 octubre 2022 06:00 AM
AMLO
El partido-movimiento más poderoso del país, el que concita el apoyo de más mexicanos y mexicanas, solo tiene una agenda: aplaudir al presidente, imitarlo y condenar a quienes no actúan igual, señala Jacques Coste.

El presidente López Obrador puede decir lo que quiera, lo que sea, y una parte importante de sus seguidores continuará pensando y declarando que es un mandatario progresista y de izquierda, que dirige un movimiento que alcanzará la llamada cuarta transformación de la vida pública nacional: la auténtica democratización de México, el fin de la corrupción y el compromiso inquebrantable del gobierno con el pueblo.

En su conferencia matutina de este lunes, el presidente reculó de sus otrora implacables críticas contra el neoliberalismo y aceptó que simpatiza con varios puntos de la agenda neoliberal. Desde hace tiempo, acepta abiertamente que las Fuerzas Armadas constituyen uno de los pilares fundamentales de su proyecto político.

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Frecuentemente elogia hasta el cansancio a la familia tradicional, a la cual visualiza como la principal red de protección social que tiene México. Cotidianamente critica a periodistas e intelectuales, al movimiento feminista, a las organizaciones ambientalistas, al movimiento de víctimas y hasta a los ejidatarios que están en contra del Tren Maya. Incluso, ataca retóricamente a analistas con una reconocida trayectoria de izquierda, que antes simpatizaban con él.

Así, el presidente ya es abiertamente: militarista, neoliberal, apologista de la familia tradicional e intolerante ante toda crítica, cuestionamiento o reflexión. ¿Qué hacen los seguidores más duros del presidente ante esta situación?

Lejos de cuestionarse su pertenencia al movimiento político obradorista, reafirman su fe en él. No importan las contradicciones que eso implique. Si apoyaron a López Obrador cuando éste prometía regresar al Ejército a sus cuarteles, ahora lo respaldan con más fuerza en su cruzada militarista. Si antes seguían el trabajo periodístico de Carmen Aristegui o Ricardo Raphael por su valentía para cubrir casos de corrupción, ahora los repudian públicamente porque se han vuelto conservadores y paleros del viejo régimen.

Hablo, por supuesto, de la base dura del obradorismo, no de todos los seguidores de López Obrador, pues conozco a varios que no dudan en cuestionar algunas decisiones presidenciales y a otros tantos que se han distanciado de Morena, asqueados por su intolerancia ante la crítica, por su vocación antipluralista y por su creciente orientación militarista.

Tanto así que el movimiento obradorista ha perdido su base intelectual. Los intelectuales orgánicos del obradorismo (si se les puede llamar así) son caricaturistas y paleros, todos ellos con obras modestas, con plumas deslucidas y sin demasiada estatura para el debate. Lorenzo Meyer representaría una excepción, pero de aquel gran autor que todos los historiadores leímos en nuestra etapa formativa, ya solo queda la sombra.

Con todo, soy de los que piensa que en 2024 la coalición morenista tiene el triunfo casi asegurado, salvo que algo sorpresivo ocurra en estos dos años (posibilidad que siempre existe en política). Y la victoria de Morena es así de probable precisamente porque López Obrador cuenta con una base dura tan extensa como leal.

Las razones del éxito electoral del movimiento obradorista son bien sabidas: su carácter popular, el trabajo territorial, la narrativa exitosa, las reivindicaciones sociales, el carisma del presidente, los programas sociales, las injusticias del sistema neoliberal, las deudas de la transición a la democracia, la corrupción rampante del PRI, etcétera. Es decir, contrario a otros analistas, no me parece sorprendente que en un país con tanta pobreza, marginación e injusticias un movimiento como el obradorista mantenga su fuerza. Más bien, es preocupante el creciente sectarismo del obradorismo.

Me explico. En otras circunstancias, Morena tendría la enorme riqueza de ser un movimiento plural e incluyente. Albergaría a militantes de izquierda de larga data, como Pablo Gómez y Bertha Luján; a políticos profesionales y colmilludos, como Ricardo Monreal y Marcelo Ebrard; a cuadros con amplio trabajo territorial y reconocimiento social, como Clara Brugada e Higinio Martínez; a personas con formación académica robusta, como Claudia Sheinbaum, e incluso a ambientalistas, feministas, luchadores sociales, defensores de derechos humanos y demás.

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Es decir, si tuviera una vocación pluralista y deliberativa, Morena podría cohesionar a una coalición amplia de distintas izquierdas y podría ser la sede de un debate robusto que derivara en una agenda progresista ambiciosa, centrada en la ampliación de derechos sociales, el combate a las desigualdades y la justicia social.

Todo lo contrario ha ocurrido. Como su nombre lo indica, el obradorismo es un movimiento personalista. Por tanto, solo se escucha la palabra de una figura: el presidente. Si él asume una posición en determinado tema, no importa cuál sea, hay que imitarlo. Si López Obrador dice que las Fuerzas Armadas son pueblo uniformado y sostienen la llamada cuarta transformación, que así sea, hay que aplaudir a los militares mientras marchan por encima de nuestra Constitución. Si el Tren Maya arrolla los derechos de las comunidades del Sureste, no importa, sigue siendo una obra de gran calado con vocación social.

El partido-movimiento más poderoso del país, el que concita el apoyo de más mexicanos y mexicanas, solo tiene una agenda: aplaudir al presidente, imitarlo y condenar a quienes no actúan igual. ¿Esa es la revolución de las conciencias?

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Nota del editor: Jacques Coste (Twitter: @jacquescoste94) es historiador y autor del libro ‘Derechos humanos y política en México: La reforma constitucional de 2011 en perspectiva histórica’, que se publicó en enero de 2022, bajo el sello editorial del Instituto Mora y Tirant Lo Blanch. También realiza actividades de consultoría en materia de análisis político. Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

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