En ese caso, no hace sentido llamarles así, pues eso significaría asumir que López Obrador defiende un programa ideológico de izquierda radical. Esto está muy lejos de la realidad. Una ideología es un cuerpo de ideas consistentes entre sí. El presidente carece de tal cosa: más allá de la soberanía energética, cierta conciencia histórica nacionalista, una predilección por lo popular y un moralismo ramplón, el mandatario no enarbola programa ideológico alguno.
Basta con leer los libros que ha publicado para darse cuenta de ello. Cita a diestra y siniestra a autores sin consistencia alguna: José Martí, el Antiguo Testamento, Julio Scherer García, Ricardo Flores Magón, el Papa Francisco, Aristóteles, Silvio Rodríguez, Engels, Maquiavelo, Alfonso Reyes…
Además, el presidente ha sido, por decir lo menos, flexible en sus convicciones contra el neoliberalismo, el influyentismo y aquello de “separar el poder político del poder económico”. Muestras de ello son los recortes presupuestarios a instituciones clave para la construcción de un Estado de bienestar, así como su buena relación con Carlos Slim y otros oligarcas mexicanos.
Por otra parte, dividir a la coalición oficialista entre duros y moderados tampoco abona al análisis de nuestra realidad política en un sentido más pragmático. Ambas categorías hacen referencia a una agrupación. De tal forma que los duros serían un grupo político articulado, con capacidad de acción colectiva y cierto espíritu de cuerpo, y los moderados serían otra unidad con las mismas características.
Ninguno de los dos supuestos grupos tiene esas características. Por ejemplo, según se sabe, había tensiones y grillas entre Tatiana Clouthier y Marcelo Ebrard, pese a que ambos eran considerados parte del ala moderada del gabinete. Asimismo, el año pasado, en las elecciones de 2021, los choques entre los dos precandidatos más fuertes a la gubernatura de Guerrero, Félix Salgado Macedonio y Pablo Amílcar Sandoval, alcanzaron dimensiones insospechadas, aunque ambos eran parte del supuesto bloque duro de Morena.
Así las cosas, lo que hay dentro de la coalición oficialista no es una pugna entre duros y moderados, sino una lucha descarnada por el poder, marcada por la abyección, la zalamería, el nepotismo y la falta de escrúpulos.