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Cuando Tatiana Clouthier abrió más los ojos

El problema no es que Tatiana Clouthier solo hizo lo que pudo; es que no quiso pagar el precio de hacer más o de dejar de pretender que podía hacer otra cosa.
mar 11 octubre 2022 11:59 PM
Tatiana Clouhtier anuncia su retiro de la Secretaría de Economía.
La renuncia de Tatiana Clouthier fue dada a conocer en la conferencia matutina del presidente López Obrador.

Desde la campaña se supo que Tatiana Clouthier era un fichaje que, políticamente hablando, valía más por lo que representaba que por lo que era.

Comprometida sin ser fanática, enérgica pero dialogante, el suyo era un perfil que ejemplificaba bien esa personalidad que en Estados Unidos llaman “go getter”: entrona, trabajadora, ávida de éxito. No era una antigua compañera de lucha, una técnica o especialista en nada particular, tampoco alguien con resultados memorables en su paso por el servicio público. Era, sobre todo, una persona muy dispuesta a arremangarse y poner manos a la obra. Alguien con poca trayectoria, ideas y experiencia, pues, aunque con mucha convicción, voluntad y ganas.

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No era poca cosa, sí algo menor comparado con lo que representaba: con el peso político de su apellido, sus vínculos con cierto empresariado, con su imagen de señora norteña entre bronca y francota. Que una sampetrina de su raigambre se sumara con entusiasmo a una “rebelión plebeya” no dejó de ser un aporte paradójico pero significativo. Contribuyó a suavizarla, a volverla digerible, incluso a dotarla de un aire de legitimidad rebelde –o de validación elitista, dependiendo desde donde se le mire– para sectores del electorado que de otro modo quizá hubieran sido más renuentes a considerar a su candidato como una alternativa viable.

En cualquier caso, Clouthier supo sacar provecho, de lo que era y de lo que representaba, para ayudar a vender el producto “4T”. Una vez logrado ese objetivo, sin embargo, tuvo que habérselas ya no con el “sueño” o la “promesa” sino con la realidad de lo que había vendido. Y ahí, mal negocio, los costos siempre fueron mayores que las utilidades. ¿Qué consiguió en sus dos años y pico como Diputada; en su poco más de año y medio como secretaria de Economía? ¿Por qué será recordada en una u otra instancia? Se sabe mucho más de los disgustos que tuvo que aguantar (por Bartlett, la cancelación del aeropuerto, la militarización o por la controversia comercial en el marco del T-MEC) que de los logros concretos que acumuló durante estos cuatro años.

Tatiana Clouhtier, aún secretaria de Economía, se despide de Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, luego de anunciar su retiro de su cargo.
El pasado 6 de octubre, en la conferencia mañanera del presidente Andrés Manuel López Obrador, se anunció que Tatiana Clouhtier deja su cargo como secretaria de Economía.

Esa es la impresión que queda, la de una mujer afanosa pero desprovista, con iniciativa aunque sin rumbo, que le apostó mucho a un sexenio por el que pasó sin pena ni gloria y del que se jubila prematuramente. Y no, el problema no es que Tatiana Clouthier solo hizo lo que pudo; es que no quiso pagar el precio de hacer más o de dejar de pretender que podía hacer otra cosa. Entre la palabrería de su renuncia y de las divagantes entrevistas que ha concedido desde entonces transpira no la satisfacción del deber cumplido sino la aflicción del desengaño.

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Trata de ser puntual y escueta, se le nota más bien errática y desencajada. Quiere demostrar gratitud y lealtad, termina mostrando disgusto e impotencia. “Uno debe saber cuándo retirarse”, apuntó. Se va, en suma, desfondada: no porque se quiera ir sino porque ya no tiene a qué quedarse. “No fue una gota, fue el chorro”, aclara en un momento de rara claridad. “Una jauría rodea al presidente y no deja avanzar los proyectos, le llevan mentiras”. Así, representa a López Obrador como un hombre bueno, pobrecito, atrapado entre gente perversa a la que solo le importa la sucesión presidencial. El hombre más poderoso del país, según Tatiana Clouthier, es una inocente víctima de los colaboradores que él mismo ha nombrado. ¿Y ella es la que nos invitaba a que abriéramos más los ojos? ¿En serio?

Quizá ella los abrió y no le gustó lo que vieron. Entonces volvió a cerrarlos pero, mejor, renunció. Porque hay cosas que, aunque se vuelvan a cerrar los ojos, ya no se pueden dejar de ver.

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Nota del editor:

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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