Se prevé que con la implementación y el ejercicio adecuado de una estrategia como esa se logre promover el desarrollo económico del país, siendo éste sostenible e incluyente. Además, se buscaría fomentar la competitividad y las capacidades productivas de la industria mexicana y que el mercado interno sea fortalecido por medio de las herramientas de comercio exterior y la gran capacidad industrial que existe dentro del territorio nacional.
Reconociendo el momento de su presentación, la adecuada implementación de la estrategia resultará clave para alcanzar un desarrollo sostenido y duradero. Hasta el momento es posible observar metas y líneas generales, mas no acciones específicas que conduzcan a detonar la política industrial. En este sentido, aún se requiere de la creación de políticas públicas y una definición clara de los recursos que se destinarán para incentivar a la industria con el fin de alcanzar los objetivos planteados. En este marco es que la vinculación entre el sector privado y el gobierno será de vital importancia para poder avanzar.
Los resultados de la citada política industrial podrían observarse empezando por los encadenamientos productivos, el aumento en las exportaciones, los índices de inversión, de producción interna y de empleabilidad; además de una reducción de la brecha tecnológica, una mayor diversificación de productos, un mejor aprovechamiento de los recursos naturales y una distribución del ingreso más equitativa. Lo anterior conllevaría a grandes beneficios socioeconómicos, como un aumento en la profesionalización de los trabajadores de los sectores productivos, un mayor ingreso y una mejor calidad de vida. Al mismo tiempo, la política industrial traería unidad a dos caras de la industria: la de las empresas transnacionales, con gran capital y mucho desarrollo, y la de las micro, pequeñas y medianas empresas, pues ambas se volverían complementarias e interdependientes en todas las etapas de producción.
Los ejemplos más populares sobre la implementación de una política industrial son China y Estados Unidos en el siglo pasado. Desde entonces, los gobiernos de ambos países han guardado una estrecha relación con el sector privado, incentivándolo y fortaleciéndolo por medio de apoyos económicos, infraestructura pública adecuada y un diálogo constante con miras a la transformación.
Sobra decir que ambos países han logrado posicionarse como líderes mundiales altamente competitivos, con innovaciones constantes en las prácticas productivas y avances tecnológicos, al igual que en modelos y contenidos educativos y de sostenibilidad.