Las nuevas generaciones de políticos no han satisfecho las necesidades de las sociedades, y mucho menos las expectativas que generaron con sus triunfos.
En muchos países, la inclinación hacia liderazgos más jóvenes obedeció, al menos en apariencia, a la idea de cambiar de tajo para modernizar a sus países. Romper con lo viejo para dar paso a lo nuevo.
Sin embargo, los resultados no han sido los que se esperaban. Ha habido mucha decepción en muchos liderazgos jóvenes que no supieron estar a la altura de los retos de sus países.
En México, la presidencia recae hoy en un personaje de casi 70 años. Esto, en buena medida debido a la profunda decepción de muchos mexicanos con el entonces presidente Peña, quien era visto como una joven promesa convertida en realidad, hasta que vieron su verdadera esencia.
Pero los problemas no fueron solo a nivel de presidencia, sino a nivel local, con gobernadores y alcaldes. Y por supuesto, la decepción no fue solo por Peña y sus cercanos, venía desde Calderón y sus cercanos también.
Durante el sexenio Calderonista se abrió paso a una nueva generación de panistas, tanto en el Ejecutivo como en el Legislativo, y a nivel local. Jóvenes promesas que dejaron mucho que desear.
Personajes como César Nava, Jordi Herrera, Juan Camilo Mouriño, Ernesto Cordero, José Antonio Meade en el gabinete. También en el partido y el Legislativo, como Mariana Gómez del Campo, Gabriela Cuevas, Guillermo Padrés, entre muchos otros.
En el PRI proliferó lo que Peña después bautizó como “el nuevo PRI”, con personajes como Rodrigo Medina, Javier Duarte, Roberto Borge, entre muchos otros; sin olvidar a Alejandro Moreno, hoy defenestrado dirigente nacional del PRI.
Ya durante el peñismo siguió la mata dando. Con gente como Ricardo Anaya, que se volvió la estrella panista; o como Mikel Arriola que se volvió un funcionario de sello peñista.
Lamentablemente, la constante de la gran mayoría de estos personajes fue la enorme frivolidad al gobernar, la inmadurez para afrontar los retos de los cargos que tuvieron, y los excesos tan abiertos con los que se condujeron en su vida pública.
Muchos de esas generaciones nuevas, por supuesto con honrosas excepciones, no solo no refrescaron la manera de hacer política en México, sino que trataron de replicar y de profundizar los terribles vicios de políticos de antaño.