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Falló el cambio generacional

En México, la presidencia recae hoy en un personaje de casi 70 años. Esto, en buena medida debido a la profunda decepción de muchos mexicanos con el entonces presidente Enrique Peña Nieto.
lun 12 septiembre 2022 11:59 PM
Falló el cambio generacional
El problema reciente fue que se aventó a jóvenes que no necesariamente fueron formados en los valores de vocación de servicio y de la mística de la política. No se les pusieron límites y por su inmadurez se sintieron dueños del mundo, señala Don Porfirio Salinas.

El cambio de los liderazgos en el mundo, y particularmente en América Latina, está tomando una tendencia hacia el regreso de Jefes de Estado de mayor edad, salvo excepciones clara como Chile con Boric.

Después de un furor que hubo con tener gente más joven al frente de las naciones, pareciera que el péndulo regresa hacia personas con mayor experiencia y trayectoria, de al menos 60 años, o esa pareciera ser la aspiración de los electores.

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Las nuevas generaciones de políticos no han satisfecho las necesidades de las sociedades, y mucho menos las expectativas que generaron con sus triunfos.

En muchos países, la inclinación hacia liderazgos más jóvenes obedeció, al menos en apariencia, a la idea de cambiar de tajo para modernizar a sus países. Romper con lo viejo para dar paso a lo nuevo.

Sin embargo, los resultados no han sido los que se esperaban. Ha habido mucha decepción en muchos liderazgos jóvenes que no supieron estar a la altura de los retos de sus países.

En México, la presidencia recae hoy en un personaje de casi 70 años. Esto, en buena medida debido a la profunda decepción de muchos mexicanos con el entonces presidente Peña, quien era visto como una joven promesa convertida en realidad, hasta que vieron su verdadera esencia.

Pero los problemas no fueron solo a nivel de presidencia, sino a nivel local, con gobernadores y alcaldes. Y por supuesto, la decepción no fue solo por Peña y sus cercanos, venía desde Calderón y sus cercanos también.

Durante el sexenio Calderonista se abrió paso a una nueva generación de panistas, tanto en el Ejecutivo como en el Legislativo, y a nivel local. Jóvenes promesas que dejaron mucho que desear.

Personajes como César Nava, Jordi Herrera, Juan Camilo Mouriño, Ernesto Cordero, José Antonio Meade en el gabinete. También en el partido y el Legislativo, como Mariana Gómez del Campo, Gabriela Cuevas, Guillermo Padrés, entre muchos otros.

En el PRI proliferó lo que Peña después bautizó como “el nuevo PRI”, con personajes como Rodrigo Medina, Javier Duarte, Roberto Borge, entre muchos otros; sin olvidar a Alejandro Moreno, hoy defenestrado dirigente nacional del PRI.

Ya durante el peñismo siguió la mata dando. Con gente como Ricardo Anaya, que se volvió la estrella panista; o como Mikel Arriola que se volvió un funcionario de sello peñista.

Lamentablemente, la constante de la gran mayoría de estos personajes fue la enorme frivolidad al gobernar, la inmadurez para afrontar los retos de los cargos que tuvieron, y los excesos tan abiertos con los que se condujeron en su vida pública.

Muchos de esas generaciones nuevas, por supuesto con honrosas excepciones, no solo no refrescaron la manera de hacer política en México, sino que trataron de replicar y de profundizar los terribles vicios de políticos de antaño.

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Empezando por el propio Peña, quien ha sido de los presidentes más jóvenes. Su paso por la presidencia no solo quedó marcado por el desastre en el que dejó al país, sino por niveles cínicos de corrupción, nunca antes vistos.

Se fue generando un nivel tal de desilusión, decepción, hartazgo y desgaste en la sociedad que llegaron a un extremo insólito, dando como resultado una elección atípica en 2018, con la llegada al poder de López Obrador y su movimiento.

Es claro que el relevo generacional de los 2000 en la política mexicana resultó un fracaso. El jugar con personajes fotogénicos y jóvenes probó su ineficacia muy pronto, a costos altísimos. Por eso, hoy que hay quienes llaman a una renovación, deben tener claro el contexto del que venimos.

Y en los tiempos actuales, no es fácil imaginar un cambio generacional real de la 4T, con personas anacrónicas como Mario Delgado al frente del partido que no es partido.

Ante los problemas que se han generado en México, difícilmente se puede pensar que es tiempo de jóvenes, o de nuevas caras, después de ver los estragos de lo que pasó recientemente.

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Es momento de un cambio generacional, sí. Pero hecho con orden. Necesitamos primero el regreso de figuras maduras y experimentadas que nos ayuden a retomar el rumbo como país. Solo que esta vez, es obligatorio que sí vengan acompañados de generaciones más jóvenes que estén aprendiendo.

El problema reciente fue que se aventó a jóvenes que no necesariamente fueron formados en los valores de vocación de servicio y de la mística de la política. No se les pusieron límites y por su inmadurez se sintieron dueños del mundo. No podemos repetir ese error. No hay tiempo para errores.

México requiere de personajes sensatos y maduros, y de nuevas generaciones que aprendan realmente los principios, valores y códigos de la política de altura de miras, no que solo vean a la política y los cargos como medios de beneficio y enriquecimiento personal.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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