Para aumentar las sospechas, en los últimos días ocurrió lo siguiente:
1. De los cuatro integrantes de la Sección Instructora de la Cámara de Diputados, fue aprobado que una mitad son para Morena y la otra para la oposición, lo que blinda a Alito Moreno de ser desaforado (ya que se necesitan tres votos en ese órgano legislativo).
2. En la instalación del Congreso, el dirigente del PRI recibió un saludo demasiado íntimo del Secretario de Gobernación, además se reunió con el entonces Presidente de la Cámara de Diputados, el legislador morenista Sergio Gutiérrez Luna.
3. El anuncio de la Gobernadora Layda Sansores de detener la filtración de más audios en los Martes del Jaguar.
La reacción de los aliados de Alito Moreno no se hizo esperar. Tanto los diputados del PAN, como los senadores del PRI, anunciaron su rechazo a la reforma constitucional. Incluso el dirigente panista, Marko Cortés, lanzó un ultimátum a su homólogo del PRI para retirarla o votarla en contra, en caso contrario, se acabaría la alianza tanto en lo parlamentario como en lo electoral.
Que no nos sorprenda que, en el próximo proceso electoral en el Estado de México, compitan por separado PRI, PAN y PRD, lo que virtualmente significaría la victoria de Morena en la entidad federativa más poblada del país.
Aún si la dirigencia priista acepta el llamado del PAN de retirar esta iniciativa, el daño está hecho. ¿Cómo confiar en un aliado que a la primera de cambio antepone sus propios intereses? Después de todo, quizás no sea mala idea desaforarlo.
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Nota del editor:
Juan Ortiz es director de Lupa Legislativa; analista político y parlamentario. Cuenta con nueve años de experiencia en Poder Legislativo y gobiernos locales.
Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.