La escena es demencial: un muchacho de apenas 18 años ingresa al estacionamiento de un supermercado. Ha recorrido cientos de millas desde su casa para llegar al lugar, que ha elegido específicamente por estar en el corazón de un barrio de mayoría afroamericana. Como cualquier persona, estaciona el auto. Por un momento parece que no tiene otra intención más que acudir a la tienda, hacer algo normal.
Lo que pretende realmente es desatar el infierno.