Mírela como lo que es: la imagen de una joven mujer mexicana sola en la oscuridad, abrazándose a sí misma en el viento. Ahora súmele algo de contexto. La mujer en la fotografía está parada en una carretera del norte del país. Es de madrugada. Recuerde que la mujer está en México, un país donde 11 mujeres son asesinadas cada día, donde hay 24,000 mujeres desaparecidas, incluidas 5,000 adolescentes y niñas.
Lo invito ahora a que mire la imagen otra vez. Y pregúntese. Sabiendo todos los detalles, ¿usted cree que esa joven mexicana corre peligro?
Es posible que usted sea optimista y haya respondido que no, que la mujer no está en riesgo, que es igualmente probable que regrese a casa a salvo a que le ocurra una tragedia. O puede ser usted realista y aceptar que, en México, una mujer en esa situación está, de inmediato, desamparada.
Y no es asunto de melodramas. Se trata de las estadísticas. México sufre una epidemia de violencia de género. Ahí están las cifras de feminicidio y desaparición. Pero hay otras, y son aterradoras. Los números de trata de personas, de esclavitud sexual, de pornografía infantil.