Porque hay que tener claro que nuestro país no solo tiene una responsabilidad con sus ciudadanos sino también con aquellos que deciden invertir su dinero en visitarnos, poniendo en nuestras manos su felicidad, pero también su seguridad.
El accidente que estuvo a punto de ocurrir revela la negligencia de las autoridades actuales del país.
Ya sea por su obsesión con la austeridad malentendida o por la modificación del espacio aéreo para acomodarlo a sus peculiares proyectos de infraestructura, han puesto en riesgo la viabilidad de las rutas aéreas.
Sería ideal que el Aeropuerto Felipe Ángeles fuera realmente lo que el gobierno que lo construyó ha prometido: una solución a la necesidad urgente de un flujo aéreo moderno, productivo y seguro en la capital. Pero no lo es. El gobierno podrá, digamos, estimular el uso del nuevo aeropuerto, pero sus deficiencias y límites son lo que son.