Así ocurre: hay una discusión larga y contenciosa, luego ocurre un voto y la mayoría gana. Es una buena elección democrática.
Por eso mismo es una pena lo que ha sucedido en los días posteriores al colorido debate del domingo.
Porque el último ingrediente de la vida en democracia es el comportamiento de la minoría que ha sido derrotada en un proceso como el que vimos.
Es incorrecto y peligroso acusar de traidores a la patria a aquellos que, en el legítimo uso de su derecho de voto democrático, manifiestan su disenso.
No son traidores a la patria.
Son figuras políticas de oposición, cuyo papel es considerar las propuestas en la mesa y votar en consideración a los votantes que representan.