Y es que, aunque los resultados y logros les faltan, los conversos sobran. Y dicen que conforme lleguemos al final del sexenio la fila bautismal se hará más larga. ¿Cómo no?, si la absolución de los pecados, cuando no viene con candidatura, incluye premio en el exterior.
Si no me creen pregúntenle a los Aysa, que han demostrado que la impunidad bien vale sumisión. Y que los principios, cuando no convienen a los intereses, son desechables.
Esta semana en el Senado se aprobó el nombramiento de Carlos Aysa González como embajador de nuestro país en República Dominicana con 64 votos a favor y 44 en contra. Peeero antes de esto, déjenme recordarles el espectáculo de su hijo, Carlos Aysa Damas, y exdiputado del PRI, no solo se dobló (ahora que Trump puso de moda el término) y votó a favor de la retrógrada reforma eléctrica de López Obrador sino que hasta se pasó al Grupo Parlamentario de Morena. Todo para asegurar el retiro dorado de su papá en Santo Domingo.
Así, con embajada y diputación en la mayoría, a los Aysa no parece importarles mucho su expulsión del PRI. Total, cuando el regalo se les acabe, seguro regresan a administrar sus negocios hoteleros.